Hace unos días lo apuntábamos en esta columna: a Manuel Domínguez le han robado la cartera. El realejero, meciendo entre las ganas de ayudar a su Gobierno y la lealtad a Alberto Núñez Feijóo que padece aprietos varios, ha ido perdiendo la vitola de la pugna política. Mientras tanto, Fernando Clavijo, astuto, ha ido expandiendo el abanico de posibles, aprovechando la mano tendida del ministro canario. Ocurre en ocasiones que los factores se yuxtaponen sin querer, sin nadie atisbarlo, y provocan cambios acelerados en política. Máxime, en el orden de hoy donde todo es instantáneo.
Feijóo podrá o no apoyar la reforma de la ley de extranjería que buscan Ángel Víctor Torres y Clavijo. Pero, ya
puestos, el problema del PP no es ese. La realidad es que, certificado el divorcio con la extrema derecha, una buena noticia, este mismo PP está obligado a girar su propio discurso mantenido en los últimos años si desea en algún momento alcanzar La Moncloa. Y esto pasa por contraponer el modelo de inmigración de Vox pero asimismo entenderse con el espacio de Junts y Carles Puigdemont, sin obviar al PNV.
Es decir, que el PP (fustigado por el ‘ayusismo’) ha cargado una semana tras otra contra la ley de amnistía y ahora, sin Vox al lado, tendrá que sentarse a dialogar antes o después con Puigdemont y el empresariado catalán. El ‘procés’ destartaló el tablero, mas el PP como formación sistémica también se descolocó de rebote. Y retornar al marco constitucional, de verdad, el de todos, el que incluye a los nacionalismos vasco y catalán como parte consustancial de la Constitución material de España, pone en evidencia al PP.
Clavijo lo sabe. La debilidad se olfatea en política. Y la fragilidad de Manuel Domínguez proviene de la posición del PP en Madrid. Entonces, entiéndase bien, ¿qué más da que Feijóo apruebe el decreto ley de Pedro Sánchez en materia de extranjería? O la proposición de ley si nace en las Cortes Generales. Eso es letra menor a estas alturas. Hemos pasado a otra pantalla. Y Clavijo lo intuye.
Ayer el ministro Torres era protagonista en ‘El País’ en una entrevista que concedió. Sánchez está interesado en que CC y PP rompan. Vox no es que lo facilite, que también, sino que su distanciamiento con el PP pone al desnudo los errores de los populares que arrastran de un tiempo a esta parte. Por eso Feijóo no ataca a Vox. Santiago Abascal se ha ido, pero no es su adversario ni enemigo. En algún intervalo del camino asomarán nuevamente los dilemas entre ambos. Francia alumbró el reto. Y Clavijo no está para bromas. Menos ante un drama humanitario inmenso a las puertas de Canarias.



























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.107