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Colaboración

El tiburón

Nieves Rodríguez

TELDEACTUALIDAD/Telde 3 Sábado, 22 de Junio de 2024 Tiempo de lectura: Actualizada Sábado, 22 de Junio de 2024 a las 11:27:14 horas

Con el susto en el cuerpo se quedaron algunos habitantes de Paraíso este fin de semana cuando vieron llegar al tiburón a sus playas. Pobre tiburón, espantado salió al oír los gritos de la gente, ser inofensivo que hacía lo propio para alimentarse, pues a este tiburón no le gusta la carne humana.

 

En Paraíso, espacio de abundancia, aunque solo para unos pocos, son los otros tiburones, animales prehistóricos que gobiernan en estos reinos de taifas, en ayuntamientos y consejerías, los que deberían darnos miedo.

 

Se caracterizan estos por el amor que muestran al dinero público y a su gasto en todo tipo de fiestas, carnavales, San Juan, el Día del Orgullo o en las verbenas del solajero, demostrando así su sabia generosidad e inteligencia en saber llegar al alma verdadera de los habitantes de Paraíso, a saber:  pan y circo.

 

Abundan en estos escualos diversas especies: los listos, hoteleros avispados en demandar al gobierno por lucro cesante, los consejeros de educación sin estudios, los expertos líderes en el negocio de la miseria.

 

El tiburón político, producto insular disfrazado de tecnócrata, con voz aflautada de monaguillo,  gurú de montaña norteña que sermonea a sus fieles, fue un día un joven insurgente que acabaría convirtiéndose en arquetipos de sí mismos, hombres con corbata que apelan al cumplimento de la ley y a la justicia mientras se dan a la bacanal de celebraciones, congresos, y prostíbulos.

 

 Algunos todavía recuerdan las banderas alzadas de estos guanches del pasado, manifestándose contra la especulación y los Centros Comerciales, que mudaron de piel para transformarse en comisionistas, mediadores, acumuladores de cargos, reyezuelos de su terruño, favorecedores de amistades, juez y parte, contratista de enemigos, asesores de sí mismos, abanderados de todos los orgullos posibles, adeptos al viento que más sople y al que menos vire.

 

Son estos los mismos y desleales perros falderos que muerden la mano de su dueño, ya viejo, quien los elevó a la poltrona desde donde ahora se balancean, títeres y eternos aspirantes a diputados o consejeros de la Centrópoli, de donde manan las leyes, los reales decretos y las competencias.

 

Ojalá la hoguera de San Juan arrase con esta especie depredadora, endemismo nacional, cruce entre la sinvergüencería y la falta de escrúpulos, especie invasora que se propaga por Paraíso.

 

Estos son los verdaderos tiburones pues parecen inofensivos, pero están siempre al acecho, con su corta vista de topo, se mueven en los subterráneos y en las cloacas con destreza, se relamen y, a antes de abandonar el barco que han previamente incendiado, esperan, con calma chicha, a que caiga su adversario y compañero de filas, para ocupar su lugar en el reino de las alcantarillas.

 

Nieves Rodríguez Rivera es profesora de Lengua y Literatura y escritora.

 

 

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