Primera etapa de Rivero

La Presidencia de Paulino Rivero en el Club Deportivo Tenerife ya ha tenido su primera etapa. Si bien es cierto que los objetivos futbolísticos no lo han conseguido, el ansiado ascenso, lo que aporta el sauzalero es consolidación de la entidad y reconocimiento institucional. Para esto último, sin duda alguna, haber sido presidente del Gobierno de Canarias, ayuda, y mucho. Cualquier político en las islas coge el teléfono a un presidente de un club de la División de Plata, pero si encima es Rivero pues todo se facilita.

En el plano deportivo la temporada pasada arrancó bien para los blanquiazules. Pero poco a poco vinieron las curvas y a trompicones las victorias se escapaban. Fue entonces cuando se visualizó que acabaría el curso más bien a mitad de tabla. Recuperar el frenesí de la afición, algo que caracterizó el aterrizaje de Rivero en el club, tendrá que seguir siendo una de sus apuestas a corto plazo. Lo que pasa por fomentar descuentos, mejorar condiciones y premiar la fidelización. En algo de eso andan los gestores.

Uno de los aspectos positivos que mantiene el Tenerife es su diversidad accionarial. Podría ser mayor, es verdad. Pero, al menos por ahora, escapa del cesarismo implementado en otras entidades y fórmulas de compraventa rubricadas por galácticos multimillonarios de sitios remotos o jeques árabes.

Que el fútbol ya no es lo que era, no es ninguna novedad. A buen seguro, aconteció a mediados de la década de los años noventa esa ruptura con el romanticismo del balompié de tardes de bocadillo y graderío de cemento o butacas incómodas. Unos años en los que precisamente el Club Deportivo Tenerife estaba en la máxima categoría, disputaba competiciones europeas y amargó dos ligas seguidas al Real Madrid en la última jornada. Por allí pasaron Dertycia, Fernando Redondo, Felipe Miñambres, Ezequiel Castillo, Meho Kodro y otros tantos jugadores reconocidos. A decir verdad, lo que era cantera por aquel entonces, más bien poca o nula.

Paulino Rivero lleva más o menos año y medio al mando de la entidad blanquiazul. Algunos desde sus inicios insuflaron prisas políticas y mediáticas con tal de elevar el listón y, torticeramente, pretender ajustar cuentas pronto si no cumplía. La estancia de Rivero en el ámbito futbolístico será la de un gestor con pedigrí institucional y, por ende, merece calma y largo recorrido. Que no acompañe, de momento, el ascenso para jugar entre los grandes debe ser, hasta cierto punto, meta sujeta a la estabilidad. Una serenidad deportiva que implica no mudarse del Estadio Heliodoro Rodríguez López; sigue siendo un recinto urbano que invoca el espíritu del fútbol de antes. En fin, sin ligerezas y con madurez deben seguir. Ojalá el derbi canario en Primera División llegue más temprano que tarde.