
Los niños de mi generación y hacia tiempos pretéritos todos los que lo fueron, oímos de boca de nuestras abuelas y madres aquel cantar u oración que rezaba así: San Antonio Bendito, tiene un niñito, que ni come ni bebe y siempre está gordito. El poeta teldense Julio Pérez Tejera nos manda estos alegres versos, que yo aprovecho e introduzco en el presente artículo: Una moza en La Pardilla rezaba de esta manera -¡San Antonio, dame un novio./ San Isidro, una parcela,/para sembrarla de millo/o, si no, de plataneras/y una yunta con su arado,/su timón y su mansera,/sus frontiles y coyundas,/para amarrar a las bestias/y, para echar las semillas,/una buena faltriquera/y un estanque lleno de agua/con el que regar la tierra./-Y el novio, ¿para qué quieres,/niña, que te lo conceda?-/le preguntó San Antonio./-¡Perdóname la molestia,/si San Isidro me escucha,/estaré mejor soltera!
Mi también amigo e Ilustre Cronista Oficial de Icod de Los Vinos, José Fernando Díaz Medina, me envió esta reseña que dice: San Antonio Bendito/ramo de flores,/a los descoloridos/dale colores.
El director del Museo de Historia Agáldar, Miguel Bolaños Mateo, me cuenta la enternecedora costumbre norteña de llevar el Niño de San Antonio a los hogares habitados por jóvenes solteras, en edad de casamiento. Haciendo a esta Imagen domésticas rogativas, se le pedía insistentemente que más pronto que tarde apareciera un buen mozo, que fuera futuro marido. La leyenda o intrahistoria de la Ciudad de Los Guanartemes señala como un año en ese deambular, se perdió el Niño Jesús y no apareció jamás. Igual la necesidad de la soltera o solterona era tal que las rogativas no terminaron en el tiempo estipulado, permaneciendo el neonato con ella a lo largo de toda su vida.
Es nuestro Santo motivo de inspiración para pintores, escultores, grabadores, ceramistas… Y también para escritores en prosa o versos. Siempre gozó, el fraile franciscano de gran popularidad, tanto en vida como después de su óbito. En Italia y en gran parte del Mundo Católico al Santo de Padua se le tiene por protector del pan nuestro de cada día y, por lo tanto de quienes con esmero ejercen el oficio de panaderos/as. Pero hay una virtud santoral que atrae a cientos, miles de devotos: Su decidida acción para buscar novio o novia a las personas que a él se dirigen en oración. Ahondando un poco más en esas dotes mediadoras de San Antonio, también se le tiene por buscador contumaz de las cosas perdidas. Eso sí, no es nuestro buen hombre dado a largas rogativas, ni sacrificios físicos como: Caminar de rodillas hacia su altar o castigarse con días de ayuno, menos el adornarlo con flores, que en el mejor de los casos, a la semana ya están mustias. Este Santo es práctico hasta para las promesas, sólo desea dinero para los pobres. Así la tradición nos reseña que cuando perdemos algo lo invoquemos diciendo: San Antonio bendito, te ofrezco (aquí la cantidad de dinero) si me aparece (nombre del objeto). Lo malo de ésto es que San Antonio sabe perfectamente cual es la economía de cada uno y jugará con nuestra inquietante búsqueda para que vayamos subiendo la cantidad ofrecida y, cuando lleguemos al justo precio, entonces sí, aparecerá el objeto por arte de magia.
Hablemos de su biografía. De él sabemos que sus padres eran fervientes católicos y que se dedicaban a la agricultura, viviendo en uno de los extremos de la capital portuguesa, Lisboa. Aun hoy se venera parte de la casa, en donde la tradición señala el nacimiento de un niño llamado Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo, hijo del matrimonio formado por Teresa Pais Taveira y Vicente Martins. Desde la más tierna infancia tuvo predilección por oír de sus progenitores Vidas de Santos, que después imitaba en sus juegos. Siendo un mozalbete profesó en la Orden Agustina. Tiempo después padeció cautiverio en el Norte de África, aquí enfermó gravemente con altas fiebres que no le abandonaron en meses. De allí fue rescatado y llevado a Italia.
Atraído por la Orden del Pobrecito de Asís (San Francisco) decidió militar en sus filas, haciéndolo en la próspera ciudad de Padova (Padua). En ésta, ejerció la caridad, preocupándose de la adquisición de alimentos entre burgueses y nobles, para acercarlos a los mendigos de las calles y a los habitantes de los suburbios. Los que no conocen la etimología de la palabra caridad, no saben que ésta es sinónimo de acción de amor y, San Antonio fue un activista del amor fraterno. Su vida no exenta de los rigores de una comunidad franciscana, se enaltecía por la oración y meditación sobre los Libros Sagrados, acompañando estas acciones con la Eucaristía, la Penitencia y sobre todo por las mil y una atenciones a los pobres y enfermos. Ya en vida tuvo fama de hombre de Dios.
Su devoción al Niño Jesús, que según tradición se le aparece en su celda, hace que se le represente de la siguiente manera: De pie, sosteniendo en su brazo-mano izquierda (La más cercana al corazón) a un niño regordete (El Niño Jesús) envuelto en pañales y junto a San Antonio en su lado derecho, un jovencillo de la calle (Mal vestido y descalzo) que tiende su mano para tomar el pan que le entrega el Santo. Una versión más mística es aquella en que el Santo lisboeta de Padua ensimismado en sus oraciones y, de rodillas, alza su mirada a un Cielo que se abre para mostrar a un Niño Jesús resplandeciente, en medio de un coro de angelicales figuras. Cerca de Antonio, un grueso libro entreabierto y una azucena símbolo de todas las virtudes teologales y, al fondo, la presencia robusta de un árbol majestuoso que nos habla de su gusto por la naturaleza de la que, como buen franciscano, fue gran protector.
Aterricemos en Gran Canaria, echemos la vista atrás unos siglos y veamos recoletos conventos franciscanos, coquetas ermitas y antiguas iglesias parroquiales, cuando no, íntimos oratorios. En sus interiores no sería nada extraño encontrar un altarcillo o altar, en cuyo retablo una hornacina guareciera una talla del Taumaturgo de Padua (Hacedor de milagros). Y en Telde, en uno de sus barrios limítrofes a sólo media milla de distancia de la Placetilla (Entrada por el Este de la urbe) un pequeño templo mudéjar de blancos paramentos, tejado a dos aguas y pequeño campanil o espadaña; la noble familia Castillo-Olivares lo había convertido en la Casa Antonina por excelencia de esta comarca. Un óleo sobre lienzo de mediano tamaño, segura antigüedad y evidente regular valor artístico, representa al Santo Patrono. El resto de bienes muebles son sencillos pero igualmente dignos del lugar. En el exterior, una frondosa buganvilla se alonga sobre las tapias que cuidan la intimidad de la casa solariega y Finca de las Tres Suertes, cuyo último propietario fue nada mas y nada menos que el prestigioso abogado grancanario don Felipe de La Nuez y Aguilar (Esta última propiedad necesita de una urgente restauración por parte del Excmo. y M.I. Ayuntamiento de nuestra ciudad, su actual dueño, ya que ha sido objeto de frecuentes actos vandálicos que lo ha dejado al borde de la ruina. Así mismo, sería loable rescatar su otrora famoso huerta-jardín, que junto a la de la Casa-Palacio Condal y la Casona de don Juan Castro, formaban parte de la trilogía de los espacios románticos más elocuentes y atractivos que poseíamos, hasta fechas bien recientes de la pasada centuria.
La Iglesia Conventual de San Francisco de Asís, en El Altozano de Santa María La Antigua, posee una bellísima imagen del seráfico padre San Antonio, realizada por el escultor Miguel Gil Suárez. Autor de bellísimas imágenes, nacido en Moya, Gran Canaria, en 1654.
En el Archipiélago Canario se cuentan por decenas, casi un centenar, las imágenes de San Antonio expuesta al culto. En nuestro municipio son popularmente reconocidos los San Antonios; entre otros, el de la Iglesia Parroquial del Santo Cura de Ars y Nuestra Señora del Carmen, en Las Clavellinas, a mitad de camino entre las playas de Melenara y Las Salinetas. Esa Imagen traída de Cataluña fue sacada en procesión por primera vez en este mes de junio, aunque ya llevaba en el templo más de medio siglo. En el barrio de Los Arenales, cuyo territorio de labor compartimos con el cercano y hermano municipio de Valsequillo, lo tienen por Santo Patrono, y a él le dedican unas animadas fiestas en las que no faltan la solemne misa y la concurrida procesión.
Sin duda alguna, la talla mayor de cuantas se veneran en Telde se encuentra en la Iglesia Neoclásica de San Gregorio Taumaturgo y Nuestra Señora del Buen Suceso. Se trata de una obra de muy loable factura, en donde el imaginero catalán que la realizó, la pinta con toda delicadeza, aunque se trate de una obra industrial de las tantas que nos llegaron de la ciudad de Olot. Doña Pilar de Azofra y Hechevarría, esposa del comerciante de Los Llanos don Francisco Pérez Cabral (Don Paco el Viejo), encargó, junto a otras religiosas damas, su adquisición, a través de su yerno, librero, impresor y fotógrafo, don Francisco Izquierdo, quien primero trajo una réplica de pequeño tamaño, que no superaba los sesenta centímetros de alto (Que aún hoy conservo como una verdadera reliquia familiar). El motivo era que su suegra pudiera comprobar el buen arte que la fabrica catalana llevaba a cabo. Teniendo la aprobación de doña Pilar, se encarga la obra definitiva. Aún no he podido encontrar la fecha exacta en que se colocó en la cabecera de la nave colateral derecha de la Iglesia de Los Llanos, pero sí sé que en aquel entonces se le entronizaba anualmente, la semana previa al 13 de junio y, ese mismo día se celebraba una misa solemne, en la que se reunía en torno a él todos los miembros (mujeres y hombres) del gremio de los panaderos, así como las familias de éstos. Desde la azotea del templo se lanzaban voladores que corrían a cuenta de dicha asociación laboral, la misma que en su festividad confeccionaba y repartía los famosos panecillos de San Antonio, pequeños en tamaño, mas grandes en sentimientos devocionales compartidos. Unas horas antes del reparto, el párroco del lugar con isopo en mano, acompañado del sacristán Manolito Guerra y un par de monaguillos, todos ellos revestidos para tal solemnidad, acudían a todas y cada una de las tahonas para, lanzando el agua bendita sobre las cestas repletas de panes, éstos quedaran bendecidos ¡Qué bonita y más que tierna tradición! ¡Cuánto hemos perdido!

























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