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Primera Plana

Lezcano y el amor

Columna de Rafael Álvarez Gil

RAFAEL ÁLVAREZ GIL Lunes, 03 de Junio de 2024 Tiempo de lectura: Actualizada Lunes, 03 de Junio de 2024 a las 07:34:51 horas

El viernes por la tarde rendí visita a la Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria. Una ruta por el parque San Telmo que arranca en su recuerdo desde la adolescencia y que ya entonces tenía como intriga lectora y compradora escrutar un estante tras otro en búsqueda con detalle de títulos que me llamasen la atención. Esa sensación retornó en mí cuando, al detenerme en el puesto del Centro de la Cultura Popular Canaria, cayó entre mis manos ‘Desconfianza’ de Pedro Lezcano (1920-2002). Texto que ha permanecido sesteando largamente en el silencio público.

 

‘Desconfianza’ es una obra de teatro que Lezcano escribió en 1944. La obra no tiene fecha de edición pues, al[Img #1017475] parecer, nunca llegó a editarse ni en la península ni en las islas. De ahí, en tareas de rescate como esta, la importancia de contar con el Centro de la Cultura Popular Canaria; que sobrevive malamente en La Laguna y está huérfana del apoyo necesario y generoso que merecería, con creces, por parte de las Administraciones públicas.

 

La obra de teatro está asentada en un único acto. En esta edición de 2004 del Centro de la Cultura Popular Canaria se ciñe a poco más de 50 páginas. Vamos, se lee de una sentada. Y montada en escena está invocada a discurrir con placidez, rauda en las formas. Y, vaya por delante, es ideal como método iniciático al teatro para los más jóvenes, debiendo ser representada por los grupos de los colegios e institutos del archipiélago. Una manera idónea para adentrarse en la trayectoria y obra de Pedro Lezcano.

 

La trama es un alegato al amor y desamor, de ida y vuelta. Vertebrada en amores cruzados, anudada junto a la querencia de un padre hacia su hijo, constituye una tragedia clásica en toda regla. Y es lo que resalta más poderosamente al leerla: cómo Lezcano, con solo 24 años, arroja semejante grado de madurez ante la vida. Una visión emocional, del alma y transcendencia humana, impropia en tan temprana edad.

 

Que el amor, su anhelo, es un motor de nuestras vidas, no hay duda desde los inicios de la humanidad. La búsqueda de un amor furtivo o consolidado, que a veces llega y otras no, que en ocasiones se consolida y en otras se torna furtiva, es esencia de nuestras alegrías y dolencias que arrastramos en el periplo vital que nos toque. Los rostros del amor, así como del orgullo o la piedad o compasión, nos lindan a las entrañas más profundas que nos conmueven. Y todo esto late en los personajes, que son cuatro, que Pedro contempló en esta pieza teatral que no debe obviarse en la crueldad del olvido.

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