
Es tan inestable hoy la política, el mundo azaroso y líquido teorizado por Zygmunt Bauman frente a la solidez de las convicciones de antaño, que ningún partido puede ya monopolizar o siquiera controlar en alto grado la agenda política y mediática. Mientras Alberto Núñez Feijóo trata de ensanchar el espacio de un PP moderado, de alma democratacristiana, lo que implicar arrinconar a Vox, Santiago Abascal se marcha a Israel para reunirse con Benjamín Netanyahu. Todo un dardo envenenado al cuartel general de Génova, ahora que arranca la campaña electoral de los comicios europeos.
El PP sin afianzar la moderación, no es nada. No cumple con su misión dinástica y sistémica del 78. Y Vox, que va por libre, se saca la foto con Netanyahu porque, lógicamente, le es igual que el PP crezca o no sino que, lo más importante para Abascal, necesite a Vox como socio imprescindible. Es decir, la ultraderecha muere matando. Vox prefiere hundirse con el PP a que el PP gobierne. Son, en el fondo, competidores. Y eso implica que se carguen a Pablo Casado o, si acaso, al gallego, pues a Abascal le es indiferente. La meta del líder de la extrema derecha es proseguir con sus siglas y que el PP requiera siempre del concurso de la extrema derecha, como ya sucede en capitales de provincia y comunidades autónomas.
Así pues, mientras el PSOE enarbola la noble causa palestina (¿qué sucede con la de los saharauis?) y Abascal se abraza a Israel, Feijóo queda achicado. A todas luces, es una mala noticia para el orden democrático. El PP no puede ser prisionero del neofascismo. Y arreglar este enredo en el sistema de partidos no se antoja fácil. Por eso Feijóo intenta acaparar todo el voto de centroderecha y derecha el 9J. La balanza de absorber votos del centro y desengañados con el populismo de Abascal, se presenta como una tarea hercúlea en cuanto que Vox igualmente mueve ficha. Y esta vez ha sido, nada más y nada menos, que retratarse con el piloto del genocidio contra los palestinos. Mucho cuidado porque esta fotografía son las que se recuerdan en la Historia.
A nadie le conviene que le vaya mal electoralmente a Feijóo. Si cae el gallego, llega el ‘ayusismo’ madrileño agitado por el mismo ‘trumpismo’ que jalea a Vox. España no puede estar al albur de mescolanzas populistas en la bancada de la derecha que perpetran, en el caso de Vox, el ideario neofascista. E irse Abascal a visitar al comandante del genocidio, desgarra a la gente de bien.
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