
Siempre, al calor de una campaña electoral, suena el manido eslogan de que nos enfrentamos a las elecciones más importante en años cuando no en décadas. Una máxima que se reparte a izquierda y derecha de la oferta electoral y que todos conocemos. Ahora bien, a diferencia de anteriores ocasiones, nunca habíamos sentido tan de cerca la amenaza neofascista que trata de derrocar la democracia. Eso sí que es, desde luego, una novedad. Y no precisamente positiva sino todo lo contrario. Si el 9J sale reforzado Vox y sus aliados neofascistas en el Viejo Continente, la deriva autoritaria irá a más y el proyecto social que aupó el valor comunitario tras la Segunda Guerra Mundial irá a menos. A más ultraderecha, a más Vox con escaños y presencia en las instituciones, menos igualdad y, por ende, menos democracia.
La visita a España de Javier Milei, invitado por Vox, animado por el ‘ayusismo’ que anida en Madrid, tiene como
finalidad instigar la guerra cultural donde se dirime la preeminencia de las ideologías. Paso previo imprescindible para que luego aflore esa voluntad general en las urnas y, por consiguiente, esas premisas (por neofascistas que sean) se plasmen en los boletines oficiales donde el poder institucional adopta las decisiones.
Si algo distingue al proyecto comunitario ungido a mitad del siglo XX es el anhelo de alcanzar la paz y superar la guerra insuflada por el expansionismo nazi alemán y el fascismo italiano. Esos son los precedentes que son. No hay más. Pero eso no se recuerda en las redes sociales que, no es casualidad, son aprovechadas por las diversas extremas derechas para propagar sus consignas antidemocráticas. Sin ir más lejos, Vox pretende ilegalizar a los partidos nacionalistas vascos y catalanes. Es decir, a todo aquel que no piense como ellos con la excusa chauvinista de la sacrosanta unidad de España y su unidad de destino en lo universal, siguiendo su patriotero aroma ‘joseantoniano’.
Desdibujar la Historia para reinterpretarla. Aprovechar el supuesto afán democrático para ilegalizar al resto. La democracia como un instrumento y no como un fin. Estas son las torticeras armas de Vox y neofascismos de todo pelaje. Y esas argucias conllevan la deshumanización del adversario, que empieza en lo digital, pasa por darle golpes en la vía pública a un muñeco que representa al presidente del Gobierno, se enraíza con un dirigente de Vox pegando tiros en un recinto militar mientras suelta sus soflamas contra representantes del pueblo elegidos en las urnas y se acaba, la Historia nos lo recuerda, con la consumación de la violencia. Claro que la clase trabajadora se juega mucho en la cita electoral a la Eurocámara. Se requiere detener al neofascismo. Es un deber democrático.
























Folio | Martes, 28 de Mayo de 2024 a las 18:35:16 horas
Lo su yo es ver la paja en el ojo ajeno, siempre igual tanto nombrar a franco y tenemos a un " aprendiz como jefe del ejecutivo español " mire eso cristiano
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