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Viernes, 26 de Septiembre de 2025

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Caminando hacia la desmemoria (LXXIV)

Horcones

Reflexión del cronista oficial de Telde, Antonio María González Padrón, licenciado en Geografía e Historia

ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN 1 Jueves, 16 de Mayo de 2024 Tiempo de lectura: Actualizada Jueves, 16 de Mayo de 2024 a las 20:25:53 horas

 

(Dedicado a don Eugenio Peñate Suárez, en su sexagésimo aniversario de meritorio sacerdocio).

 

Hay palabras de nuestro rico idioma, el español, que irremediablemente hemos ido dejando atrás. El hombre/la mujer del siglo XXI, cada vez más urbanita, aparentemente no necesita de ellas y caen en desuso. No deja de ser una pérdida cualitativa y cuantitativa de nuestra ancestral cultura, aquella que nos unía a la tierra con la inmediatez de quien la tiene bajo sus pies. Hoyando la superficie terrosa con el decidido o cansino caminar, cuando no por el rectilíneo surco hecho por el arado, fuimos dejando huellas de nuestro deambular por esta vida.

 

[Img #1002785]Cada año, llegado septiembre, mi familia y yo llegamos a Bujalaro, recoleto pueblo equidistante entre la meseteña Alcarria y los llanos lamidos, una y otra vez, por las mansas aguas del Henares. Es Narejos una de las fuentes de mayor calidad de aguas de aquella natural comarca, que a manera de sierpe juguetea, entre altos y frondosos zarzales, atravesando fincas de mieses, acrecentar otros cauces.

 

Cuando estoy allí, rememoro otras estancias estivales e igualmente rurales. Me refiero a aquellos otros tiempos que de niño y jovenzuelo pasaba en el Valle del Golfo (Isla de El Hierro). Allí junto a mis tíos, César Padrón Espinosa e Inocencia Padrón Casañas y, mis primos César (Sayo) y Ana (Anita) Inocencia, aprendí el buen uso del habla herreña que, por pronunciación y vocabulario, era prototipo del castellano más prolijo. Para un niño grancanario no dejaba de ser excesivo el seseo herreño y los más que recurrentes usos de palabras arcanas, nos llenaban de extrañeza. En un intento por asimilarlo todo, a los pocos días ya hacíamos nuestro el insular modo de expresarse, no aspirando la “H”, terminando los plurales con una “S” mantenida y añadiendo alguna que otra palabra a nuestro más que mermado vocabulario.

 

El pasado domingo (12 de mayo de 2024, día de Santo Domingo de la Calzada), me encontré de bruces con una sonora palabra que hacía décadas no oía: Horcones. Que si bien en Gran Canaria mantenía el género masculino, en la Isla del Meridiano se mutaba al femenino como: Horquetas.

 

El hablante que me brindó la oportunidad de oír de nuevo tal vocablo fue mi maestro y gran amigo, el sacerdote, don Eugenio Peñate Suárez, quien desde la mesa del Altar me conminó a escribir el presente artículo, ya que había comprobado que tal palabra estaba en franco retroceso, cuando no olvidada entre las viejas y nuevas generaciones.

 

Don Eugenio dijo algo así como: Antonio, yo que leo todo lo que escribes, me gustaría que alguna vez lo hicieras sobre una palabra llena de significado, tanto profano como religioso: Horcón. Se preguntarán ustedes a qué me refiero, y para explicárselo, tengo que volver a mis años de niño y joven, cuando en mi Tenteniguada natal, mi padre nos decía, cojan unos horcones que vamos a apuntalar las ramas de los arboles frutales, para evitar que éstas se partan, ya que el año viene bueno y están cargadas. Y mis hermanos y yo, presurosos, nos acercábamos allí donde mi padre los guardaba y eligiendo los más robustos y de diferentes tamaños o altura, los tomábamos para cumplir con el mandato paterno.

 

Y ustedes se preguntaran ¿Qué es un horcón? Pues… simplemente un palo largo, cuya extremidad superior se abre en forma de i griega (Y), permitiendo así mantener las ramas erguidas y ciertamente estáticas.

 

Inmediatamente le sonreí con complicidad manifiesta, pues trajo a mi mente aquel día en que mi tío César me habló por primera vez de un horcón, que en su particular forma de hablar le llamaba horqueta. Entonces y ahora me prometí indagar en el diccionario de la Real Academia de La Lengua sobre la definición y acepciones que dicha palabra tiene en el antiguo Castellano y en el más contemporáneo Español, y el resultado fue éste: Horqueta: Horca, horquilla, horcón, bieldo, tridente, rastrillo, parte del árbol donde se juntan formando ángulo agudo el tronco y una rama medianamente gruesa (palo con púas del labrador). Así las cosas, no me quedó duda de aquel antiguo utensilio, que tanto me marcara en mi gusto por las palabras antiguas, raras o curiosas. Son varios los artículos que he dedicado a éstas y créanme, son pocos para mi bien nutrida colección, óptimamente atesoradas en mi memoria o una libretilla, en donde suelo apuntar todo lo que la memoria ya no me permite conservar en estado puro.

 

Algo más arriba afirmamos que don Eugenio empleó la palabra horcón u horcones para explicar los Dones del Espíritu Santo. Bien aquellos que en cuestión de segundos descenderían sobre la cabeza de mi nieto Luis por medio de las aguas del bautismo o por la ayuda que su madre, sus padrinos, abuelos y demás familiares y amigos le íbamos a prestar, cada vez que lo necesitara. Metáfora bellísima la empleada por éste santo sacerdote de más que probada lealtad evangélica. El árbol de mi tierno descendiente, según el oficiante, necesitaría a través de la vida, en numerosas circunstancias y momentos, de fuertes horcones capaces de apuntalar sus múltiples acciones y habilidades, logrando así formarse de manera robusta y altamente productiva, convirtiéndose en un cristiano de bien.

 

Sirvan éstas anécdotas para cumplir con lo prometido al Señor Cura, amigo entrañable y maestro en tandas lides. Dejando constancia de ese buen hacer y proceder.

 

Nos atrevemos a demandar un uso óptimo de nuestro idioma común, tan vapuleado por propios y extraños. Sobre todo, por esos nuevos acomodos lingüísticos que sin ton ni son acarrean palabras y expresiones anglosajonas, creyendo el usuario que así denota mayor cultura y profesionalidad. La experiencia me dice que cada vez que uno de esos totorotas habla e introduce, una y otra vez un barbarismo, lo que está pregonando es su más que mermada cultura y formación académica.

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