
En el periodismo, como en la política, se propicia que florezcan los egos, insuflados por el afán de protagonismo. Cuando, en realidad, los protagonistas para el periodismo son otros. La muerte de Victoria Prego como la retirada paulatina de otros directores de cabecera y estrellas rutilantes, nos recuerda que nadie se queda aquí y, además, que todo tiene un tiempo. Un principio y un final. Nadie resiste al principio de realidad.
Victoria Prego conecta con décadas de periodismo del ciclo bipartidista. Esto es, la España de la Transición y la consolidación de la democracia que, ahora bien, empezó a declinar al calor de la crisis financiera de 2008. De hecho, Prego fue uno de los estandartes de ‘El Mundo’ dirigido por Pedro J. Ramírez. El mismo rotativo que a partir de 2004 se empecinó en mantener teorías de la conspiración que no cabían al amparo de los atentados de Atocha del 11M. Después de 2008, las redacciones fueron diezmadas. Hoy Pedro J. Ramírez dirige otro diario, esta vez exclusivamente digital. Y Victoria Prego mudó también a otra cabecera, sin soporte papel.
Con todo, y al margen de su paso por TVE, lo que más se recuerda con motivo del fallecimiento de la periodista, son sus episodios sobre la Transición que a comienzos de la década de los años noventa la cadena pública emitió los domingos por la noche. Desde la voladura del coche del almirante Carrero Blanco hasta las primeras elecciones generales de 1977, una vez rescatada la democracia. En los mismos arroja una visión (casi) idílica de la Transición. O, dicho de otra forma, edifica el canon oficial. Pero, cuidado, es para tener muy en cuenta. Una cosa es que ahora veamos la Transición de otra forma más aguda y exacta en cuanto a su coste humano y reveses, y otra bien diferente ventilar de un plumazo ese relato de la Transición que, mal que bien, sigue imperando sociológicamente.
Eso sí, ese periodismo respiraba una calma en contraste con la jauría vigente. Aunque, a la vez, en la actualidad la revolución digital permite que nazcan nuevos medios de comunicación en detrimento de la restricción de antaño. Ganamos en libertad, ganamos en posibles. Nos asola el ruido. Ese reposo que a ver cómo recuperamos, sin impedir que el periodismo sea instrumento de crítica y denuncia. Etapas que van y vienen, como la de Victoria Prego, y que colocan a cada generación con la obligación de afrontar sus contradicciones sociales. La época de Prego se ha ido.
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