Llamada a ZP

Hace tiempo que José Luis Rodríguez Zapatero se ha hecho cargo del estado de ánimo de la militancia y simpatizantes socialistas, de su universo sociológico. Ya se digirió su segundo mandato, diezmado por la crisis de 2008. Roto el puente con Felipe González y Alfonso Guerra, crisis del bipartidismo mediante, ZP es el reflejo emocional del cosmos socialista, del pulso del centroizquierda en la calle. El votante de mediana edad (y más) viene a ser el mismo, aquel que entró en la madurez al calor de la gran victoria ‘felipista’ de octubre de 1982. Ese prototipo es la resistencia nuclear en los territorios que todavía mantiene vivo al PSOE. Eso no se borra de un plumazo, ni mucho menos. Pero el estandarte mediático y el liderazgo emocional pertenece a ZP desde que González y Guerra no entendieran la evolución de la crisis constitucional en España hace una década.

El pasado verano fue ZP quien abanderó la causa electoral cuando las encuestas iban en contra de Pedro Sánchez. Le hizo la campaña. Tuvo media victoria. Le debe una. Y por eso uno de los primeros pasos de Sánchez tras el recuento del 23J fue llamar a Zapatero para que fuese a La Moncloa y así darle las gracias personalmente. Sin esto, sin este esfuerzo del expresidente del Gobierno, hoy el escenario sería otro y no estaríamos hablando de este fin de semana de efervescencia socialista.

ZP le ha dicho a Sánchez que merece la pena y, por ende, que debe quedarse. Veremos qué ocurre mañana. Pero si se va, Zapatero quedará en una posición desangelada que mecerá entre la tristeza de no dar continuidad al trabajo que hace menos de un año él hizo y la urgencia de que se haga cargo del estado de ánimo del PSOE para afrontar el futuro inmediato.

No había necesidad de nada de esto. Sánchez lo ha hecho y solo tiene sentido si ahora se marcha y cierra ciclo. Todo lo demás, si se queda, es irnos a otra pantalla política de repercusiones difíciles. Ninguna necesariamente buena para el PSOE. Será mejor para Sánchez asegurarse ahora un buen puesto en Europa de cara al verano que acarrear con un potencial revés en mayo a son de los comicios a la Eurocámara. El frenesí que ha causado su carta durará lo que duran los estados emocionales, no son permanentes. Por eso causa confusión y desamparo cualquier ocurrencia o salida a la gestión de este paréntesis desde La Moncloa. Salvo que se vaya. El resto es jugar con fuego.