
Toda salida tiene su escenografía. No hay despedida sin decoro, sin ritmo pautado. Así fue la de Adolfo Suárez y así será la de Pedro Sánchez. Si no se va, entonces sí que ya todo carecerá de sentido. Hay gotas que colman el vaso, y esa fue la de la denuncia contra su mujer. Y está también el problema de la justicia en España, oportuno recordarlo cuando el pasado jueves conmemoramos la ruptura en Portugal con la dictadura a través de la Revolución de los Claveles y, sin embargo, aquí lo que hubo fue una Transición (un pacto) entre bloques desiguales. De todo aquello, estas lagunas y cortapisas.
Que haya convocatoria de elecciones o deje paso a una sesión de investidura es lo que debe (o debería) estar pensando en La Moncloa Sánchez. Ese es el dilema. Una y otra opción para el PSOE tendrá vocación feminista. Ya es hora de una presidenta del Gobierno. Lo expliqué en esta columna (titulada ‘Candidata’) el martes 16 de abril, antes del revuelo político, y apunté incluso a María Jesús Montero. Si no se disuelven las Cortes Generales pero dimite Sánchez, la nueva presidenta del Gobierno (recalco el deber feminista) llegará un momento a medio plazo en el que sí tendrá que llamar a la ciudadanía a la cita con las urnas, por aquello de afianzar la legitimación popular; aunque en una democracia parlamentaria (que no presidencialista) con el respaldo del Congreso de los Diputados ya sería suficiente. No haría falta más. Pero, al final, la presión puede y habría elecciones antes de que se agotase la legislatura en 2027.
En Europa a Sánchez le aguarda el puesto que desee. Y, al margen del quebranto humano, un político es una persona, y la indignante deshumanización que practica la extrema derecha, se marchará como mártir y asumiendo el sacrificio por su esposa; a fin de cuentas, ella (como toda pareja) ya se ha sacrificado años y años a estos niveles de altas responsabilidades, siempre son ellas las que acarrean con la parte ingrata para que el marido brille y prospere. Queda tanto por avanzar en igualdad.
Si no se va, Sánchez estará tocado. Ahora las encuestas no son precisamente favorables para el PSOE. Tampoco son catastróficas. Hay margen. Aunque ese margen pasa necesariamente por un revulsivo feminista que lidere el PSOE. De aquí al lunes, solo resta la liturgia del adiós. De lo contrario, hubiese reflexionado en privado buscando la excusa para suspender la agenda. No lo hizo así. Y el presidente del Gobierno, el que sea, tiene que hacerse cargo del estado de ánimo de la nación, le cueste lo que le cueste. Va de suyo. No está para abrir debates dirigiendo misivas a modo de paréntesis, para eso está el periodismo. Suárez se fue, de una tacada. Sánchez, aún postergándolo, también tendrá que hacerlo. No le queda otra.
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