
Hacía cuarenta años que el Athletic de Bilbao no ganaba la Copa del Rey, un título en el que históricamente ostenta una larga lista de triunfos que se detuvo allá por los comienzos de los años ochenta. Eran las últimas alegrías, con Javier Clemente en el banquillo. El mismo león de Barakaldo que dirigiendo a los bilbaínos conquistó la Liga en el Estadio Insular mientras la Unión Deportiva Las Palmas descendía a Segunda División. En aquel entonces, el Athletic de Bilbao y la Real Sociedad eran equipos de primer nivel que tuteaban al Real Madrid y al Fútbol Club Barcelona. Este fin de semana los rojiblancos sumaron otra Copa del Rey y la gabarra volverá a relucir por la ría del Nervión.
Aquel Bilbao ochentero era eminentemente industrial. Aún la reconversión socialista no había desgarrado a la clase obrera. Una ciudad gris que invitaba a la melancolía. Siendo adolescente un sábado por la noche La 2 emitió la película de Eloy de la Iglesia ‘El pico’ (1983) y me quedé atrapado. El largometraje está ambientado precisamente en esa época y narra las vicisitudes de un chico, hijo de un comandante de la Guardia Civil, que mece entre la heroína y a convulsión política vasca. De hecho, el título ‘El pico’ (hubo una segunda parte) alude tanto al pico de la drogadicción como a los picoletos, forma de apelar a la Guardia Civil. Es un juego de palabras de Eloy de la Iglesia (1944-2006) cuya querencia como director fue retratar lo político y la mirada social.
Ese Bilbao imbuido por los coletazos de la Transición es el del terrorismo, los GAL, Carlos Garaikoetxea como ‘lehendakari’ y la reciente llegada al poder en Madrid del ‘felipismo’. Hay una secuencia donde se observa a la familia del comandante en el salón de casa compartiendo el almuerzo, y el hijo le dice al padre que pronto se acabaría la ETA por aquello de que había vencido el PSOE. No fue así. Esa década estuvo repleta de actos de los GAL indignos del Estado de Derecho y una Guardia Civil que por aquellas latitudes del norte torturaba con frecuencia cuando no directamente mataba.
Y, como acontece en toda familia, denota un drama en el hogar. La madre está enferma pero se percata que el destino que el padre tiene pensado para el hijo, es decir, seguir su camino y hacerse también guardia civil, no es lo que desea el adolescente. Como es habitual, el hombre (carente de empatía, algo propio de la masculinidad mal entendida) ni lo ve venir de lejos. Todo aquello, a inicios de la democracia del 78, fue prácticamente el otro día. Bilbao es otra cosa, aunque mantenga las reminiscencias obreras y la influencia de los otrora astilleros y altos hornos. Sin duda, eso forja el carácter de un pueblo.
Javier García | Martes, 09 de Abril de 2024 a las 10:27:34 horas
Me ha sorprendido el artículo. Para bien, eso sí. Yo viví aquella época en aquellas latitudes y me han resultado originales y acertadas las palabras usadas para retratar aquella época tan convulsa donde las agresiones podían venir por cualquier lado porque la violencia se pagaba con violencia. Felicidades por el artículo.
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