Una espiral incontrolable

“Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que tu silencio”. Este proverbio que unos lo ponen en boca de Confucio, otros que es un proverbio hindú, lo que si está meridianamente claro, que sea de uno u otro, viene como anillo al dedo a la situación dialéctica que se ha desatado en la política de nuestro país. Asistimos pues a los exabruptos que sus señorías nos regalan al oído, un día si y otro también. Esa dialéctica refleja la diversidad de opiniones, ideologías y las perspectivas dentro del arco parlamentario, tensionado últimamente por los casos de corrupción y el abordaje del encaje territorial. La polarización y la confrontación, especialmente en estos temas tan sensibles, dificultan la búsqueda de consensos a través de un diálogo constructivo.

Este clima de confrontación ha sido un fenómeno recurrente en los últimos tiempos, con debates broncos e insultos tanto en la Cámara baja, como en la alta. Sin embargo y a pesar de los desafíos, la dialéctica en la política es fundamental para el funcionamiento democrático de nuestro país, es la calidad del debate y la capacidad para ponerse de acuerdos lo que construye realmente una democracia viva y saludable. El ruido y el tu más nos conduce a la melancolía y a desconexión política, dejando en manos de unos pocos, con sus altavoces mediáticos, la exaltación de este clima de confrontación y desencanto.

Ciertamente los casos de corrupción que han salido a la luz en España y que afectan mayoritariamente a los dos grandes partidos, han generado un profundo sentimiento de indignación y han alimentado la desconfianza hacia las instituciones políticas. La corrupción ha sido utilizada como arma política por los diferentes partidos para atacarse mutuamente, lo que ha contribuido a la polarización política. Todo ello reflejado en los medios de comunicación y en las redes sociales, donde diferentes actores políticos y sociales difunden mensajes que pueden exacerbar las divisiones y alimentar el enfrentamiento entre diferentes sectores de la sociedad. La corrupción política no solo tiene un impacto en la integridad de las instituciones democráticas, sino que también tiene consecuencias económicas y sociales significativas. El desvío de fondos públicos, el favoritismo en contratos y licitaciones, y otros actos corruptos afectan negativamente el desarrollo económico y a nuestra calidad de vida.

La cuestión territorial, especialmente en relación con el desafío independentista en Cataluña, ha sido una fuente importante de confrontación política en España. La falta de avances en la resolución de este conflicto ha contribuido al clima de tensión y polarización, donde medidas como la Ley de Amnistía, ha suscitado debates enconados en uno u otro sentido. Sigue siendo un desafío importante para nuestro país, la normalización de la convivencia entre territorios y no tenemos porqué asistir a este continuo vodevil político que requiere de un compromiso continuo por parte de todos los sectores de la sociedad.

Esta espiral incontrolable a consecuencia de la crispación política es, a mi humilde entender, la principal causa de la deriva y la fractura política, la polarización entre diferentes partidos políticos, que deberían preocuparse mas, por el fortalecimiento de la convivencia, la transparencia, la rendición de cuentas y la integridad en la gestión pública que en tensionarnos con fines partidarios y en muchos casos, para obtener réditos en votos, en las próximas elecciones en un horizonte cercano. Este clima de malestar que se ha ido creando, es un caldo de cultivo para los populismos y para la confrontación callejera como se ha vivido últimamente en nuestro país, esta espiral deben pararla quienes tienen en sus manos esa posibilidad, quienes la han alentado.

Gregorio Viera Vega es exconcejal socialista en el Ayuntamiento de Telde.