Produce pavor, desasosiego y pesadumbre escuchar las intervenciones de las personas encargadas de la política, que tendrían que ser modelos a seguir y cuidadosas en el uso de la lengua -los escuchen o no las generaciones más jóvenes-. Deberían mostrar su educación, su capacidad para regular la convivencia entre ellas, y para generar nobles aspiraciones en nuestros jóvenes, que han de ser el centro de sus preocupaciones porque son seres especiales también dotados de dignidad, son el futuro.
¡Menos mal que las escuelas tienen muros para su protección y ahora parece que las custodian las personas que no las valoran adecuadamente!
En los centros escolares se realiza una labor de trascendencia extraordinaria. Son lugares peculiares –se ensaya la vida– y, como en un teatro, hay papeles asignados y guiones que hay que seguir. Lo académico está establecido con acuerdo o sin acuerdo de las personas que tienen que defender la escena, se llaman decretos, y existen múltiples normativas que regulan la vida entre muros –protocolos interminables para dar respuestas a situaciones de convivencia y formas de relacionarse en el aula, en el patio, en las actuaciones escolares, en los pasillos, en las actividades deportivas, en las visitas fuera del colegio, incluso en las redes sociales-.
Se corrige incesantemente el uso de la violencia verbal y física. Se llevan a cabo actuaciones de prevención ante situaciones conflictivas. Sin duda, la prioridad del profesorado es la convivencia emparejada a la instrucción académica. Desde las etapas de Educación Infantil y Primaria se inicia y ejercita el debate y se considera diariamente la importancia que tienen las opiniones y formas de ser diferentes. La actividad desarrollada es intensa.
Se entrenan momentos valiosos para después ponerlos en práctica cuando se abran las puertas del colegio y los muros ya no lo protejan.
José Antonio Marina es uno de los filósofos españoles más conocidos de nuestro país, sobre todo en materia de educación, y ha hecho suyo ese proverbio africano que defiende que «para educar a un niño hace falta la tribu entera». Actualmente, la tribu asiste aterrada a esa manera de relacionarse de las personas encargadas de la política que usan y abusan de un vocabulario soez y violento, cargado de insultos, odio, de venganza, de acoso, saña, de muecas despreciativas... –ellas no se sienten parte de la tribu, pero son firmantes de todos los guiones que se deben seguir en la escuela-. La teoría nada tiene que ver, en este caso, con la práctica.
Julia Mª Arnaiz Castro es maestra jubilada.
























Feli Santana | Martes, 26 de Marzo de 2024 a las 21:49:33 horas
Casi agorera esas construcciones -La suerte de los muros de los colegios- que aún se erigen para defender, lo que tantos años ha costado, sobre la capacidad imaginativa -creativa- de un niño, para arrojarlos a una sociedad que no los representa en sus actuaciones de adultos. Y es que esos caminos están hambrientos de terquedades y necedades y la labor espléndida de la escuela se transforma en un filtro invertido donde escapa lo menos bueno de la sociedad, relanzando sus propias discordias.
Con tantos problemas burocráticos en la enseñanza y la falta de medios necesarios para llevar a cabo la mejor de las labores que se le puede garantizar a una sociedad adulta y madura, crecen las tangentes del vicio y las vías rápidas, para suplir y martirizar la profesionalidad de los docentes, en estos apéndices de puntilla que agrega nuestra querida Julia, podemos entender e interpretar la enorme naturaleza de responsabilidad que comienza fuera de esos muros hipotéticos y que debe abrazar las familias, sin duda con otras muchas decadencias, estructuradas o no, sobreprotectoras y tolerantes, donde la educación que debe transmitir la tribu, navega a remos. Mientras se centra a través de las redes sociales de entretenimiento y brutalidad a la velocidad de la luz. falta de seguimiento y control parental, por el culpable de siempre, falta de tiempo y principios. Y el pensamiento equivocado, que los chicos vienen listos de serie y como son tan pocos en la producción natal, pues casi le debemos culto y
Si los muros de las escuelas crearon la división necesaria para proteger la iniciativa de educar para la vida, la apertura de estos, hacia las tribus desaparecidas necesita una urgente revisión para que no caiga en el pozo de la sociedad con todas sus consecuencias y en la política están los jefes de las tribus.
Gracias Julia Arnaiz, por poner la verdad apocada sobre ese muro.
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