Del 11M al 14M

Cuando comenzó la campaña electoral de los comicios generales de 2004 no estaba tan claro que el PP reeditase su mayoría absoluta. El PSOE, entonces con un renovado liderazgo encarnado en José Luis Rodríguez Zapatero, hoy el mejor valor socialista, el que rescató la gobernabilidad de Pedro Sánchez en el verano de 2023 aunque no fuese el más votado, subía y amenazaba a los populares. José María Aznar había cumplido su palabra de estar tan solo ocho años en La Moncloa, dos mandatos; no hizo falta esperar a las proclamas del 15M de relegación de la política para que alguien se marchase del poder institucional. En 2004 Mariano Rajoy era, por tanto, el cabeza de cartel del PP tras aquel ‘cuaderno azul’ en el que, se especula, Aznar barajó el nombre del gallego junto al de Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja como potenciales sucesores.

La mañana del 11M, jueves, Madrid vive un drama humano enorme fruto de la acción terrorista. A primera hora, en aquellos trenes de cercanías iba el pueblo llano a sus puestos de trabajo y centros de enseñanza. Enseguida aumentaba sin cesar el número de víctimas mientras periodistas al micrófono, como Iñaki Gabilondo, mecían entre la consternación y la necesidad de mantenerse firmes para narrar los acontecimientos y cumplir con la misión periodística.

Lo que sucede entre el 11M y el 14M es un ejemplo de mala ‘praxis’ de la comunicación política. Aznar tenía que haber convocado en La Moncloa al líder de la oposición, Zapatero, junto a Rajoy y el resto de grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados. En vez de hacer eso, se encastilló en la autoría de ETA del atentado. Versión que directamente él hizo llegar mediante llamada telefónica a los directores de las principales cabeceras. Mintió. Se aferró a ETA porque el PP sabía que reconocer el terrorismo yihadista era hacer emerger el gran error del ‘aznarismo’ de involucrarse en la invasión de Irak junto a la Administración Bush, incumpliendo las reglas de la ONU y el Derecho Internacional.

Incluso, desde Estados Unidos la canalización de la información apuntaba, al menos, a que no había sido ETA. La propia izquierda ‘abertzale’ lo negó sobre la marcha el mismo 11M, y eso que ya había salido a la palestra mediática el ‘lehendakari’ del PNV Juan José Ibarretxe condenando los hechos como si fuesen causados por ETA. Aún sin la revolución digital presente, con los SMS como mecanismo de comunicación ciudadana, la sociedad se lanza a las manifestaciones en toda España y, a la vez, se rodean las sedes del PP reclamando la verdad.

El vuelco electoral, que tampoco negaban del todo los sondeos previos al 11M, se condensó el domingo en las urnas. En lo que hizo Aznar entre el jueves y la cita electoral, su empeño en la sinrazón, con su ministro del Interior (Ángel Acebes) quemándose políticamente por horas con continuas ruedas de prensa, está una parte de la explicación de que Rajoy no ganase en 2004.