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Primera Plana

La familia en el sofá

Columna de Rafael Álvarez Gil

RAFAEL ÁLVAREZ GIL Viernes, 01 de Marzo de 2024 Tiempo de lectura: Actualizada Viernes, 01 de Marzo de 2024 a las 06:43:54 horas

Cuando se desató la pandemia y el confinamiento, escribí sobre Ana Blanco. En realidad, hablé de los cambios en el consumo informativo, especialmente en la televisión, esgrimiendo a la periodista nacida en Bilbao. Aún la presentadora no había anunciado ninguna decisión y pienso, por tanto, que tampoco había repensado su futuro. El debate, al calor de su salida, no estaba abierto, ni mucho menos. La crisis del coronavirus, las consecuencias sociológicas inmediatas, conllevó que cambios que se tendrían que producir más o menos en una década, se aceleraran; llegaron inesperadamente sobre la marcha.

 

Con Ana Blanco se despide (o simboliza) un formato: el del paradigma [Img #999251]de los medios de comunicación de masas. Ella ha sido el rostro de los informativos de la cadena de titularidad pública desde los años noventa, con Felipe González en La Moncloa. El modelo de familia entonces no era el del ‘baby boom’ del tardofranquismo, ya el divorcio cabalgaba y las variantes familiares se multiplicaban, pero hasta hace poco en un hogar el consumo informativo de los diversos soportes era el mismo. Mal que bien, el momento de las noticias ofrecidas en televisión se compartía en el almuerzo o durante la sobremesa, el periódico era el que estaba a disposición de todos en la mesa del salón y la radio hacía su función en la cocina al desayunar o en el coche camino del colegio y de la oficina.

 

Por el contrario, hoy reina la fragmentación de los medios de comunicación. Uno puede estar leyendo vía digital en una cabecera lo que sea y el otro en distinta habitación desplazándose por países exóticos amén de YouTube. Se atomiza la oferta informativa que entra en el domicilio y, por ende, es más difícil sopesar las reacciones en la forja cotidiana de la opinión pública. Este universo no es, desde luego, el de Ana Blanco ni muchos más, los criados analógicamente. Aunque es el que ha venido para quedarse. No hay marcha atrás.

 

Detrás del destartalamiento de los sistemas políticos europeos ungidos tras la Segunda Guerra Mundial, entre ellos el español del 78, que han basculado entre dos grandes partidos, uno socialista/socialdemócrata y otro democratacristiano/liberal, hay algo de esto. Cuanto más se fragmenta la opinión pública a través de la división de la penetración de los otrora medios de comunicación de masas, más difícil es constituir mayorías sociológicas que concentren su voto en unas siglas. A mayor diversidad comunicativa se tiende a una demanda electoral más específica. Es la crisis de la mediación, que nos atraviesa por completo. Y las formaciones políticas como los medios de comunicación están sujetos a estos revolcones y menor peso e incidencia que hacen que figuras como Ana Blanco dejen de sentirse cómodas y entiendan que toca plegar velas.

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