
Durante el reinado de S.M. Don Alfonso XIII, irrumpe en el panorama cultural español la arrolladora personalidad del Marqués de la Vega Inclán, prohombre de la Villa y Corte de Madrid, que tiene las feliz idea de crear el Primer Parador de Turismo, en la Sierra de Gredos. Y también la primera Casa-Museo de España, posiblemente de toda Europa. Este aristócrata fue todo un adelantado para su tiempo. Deseando fortalecer el naciente turismo de nuestro país, transmitiría la idea, por otro lado muy propia de la época de que quienes nos visitaba, lo hacía en su mayor parte atraídos por nuestro rico y variopinto Patrimonio Cultural. La restauración de antiguos palacios, conventos, castillos, etc., servirían para rescatar a éstos de su lamentable y lacerante estado, a la vez que podrían dedicarse a parada y hospedaje de aquellos extranjeros, que acudían cada vez más a la llamada, por entonces, España inmortal.
La invasión napoleónica, la desamortización de Mendizábal y la tradi
cional falta de interés de nuestra clase política por el Patrimonio Histórico Artístico, habían propiciado el deterioro, cada vez más creciente de edificios de singular interés. En el mismo orden de cosas, pero destinadas a una vida cultural más definida, se encontraban una serie de casas, a las que el tiempo había reservado la gloria de ser hogares habitados por mujeres y hombres de las más variadas ramas del Arte: Pintores, escultores, músicos, literatos, etc. Y de ellos las regiones españolas estaban bien preñadas.
Benigno Mariano Pedro Casto de la Vega-Inclán y Flaquer, II Marqués de la Vega-Inclán (1858-1942) poseía una notable fortuna y vivía en un antiguo palacete de la Capital. En él había ido depositando un importante a la par que interesante, legado artístico y documental, que a su muerte y con posterioridad a ella, ha ido conformando el actual Museo del Romanticismo (Antes conocido por Museo Romántico), hoy bajo la custodia de Patrimonio Nacional. Fue este noble, quien se preocupara de comprar unas casas, a la entrada misma de la Judería de Toledo y allí, después de ser magníficamente restauradas, creó para gloria de la museología española, la Casa-Museo de El Greco, pistoletazo de salida de las futuras Casas-Museos de España y por ende de Europa.
Un alumno a distancia, tanto geográfica como cronológica, fue el guiense don Néstor Álamo, quien a mitad de los años cuarenta del pasado siglo XX, concibió la feliz idea de crear en nuestra Gran Canaria varios centros museísticos. El germen de ellos fue y sigue siendo el buque insignia de la acción cultural cabildicia: El Museo Casa de Colón, inaugurado en 1951 y abierto al público en 1952, en el centro mismo del Conjunto Histórico Artístico de Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria. Algo más tarde, concretamente el 18 de julio de 1954, abriría sus puertas la Casa-Museo León y Castillo. Si la primera institución fue creada para afianzar a Gran Canaria como lugar colombino y proyectar la Isla más allá de nuestras fronteras archipelágicas; las segunda fue concebida para mantener viva la figura, tantas veces enaltecida, del político y diplomático don Fernando León y Castillo, quien desde su Telde natal, llegó a las más altas esferas del parlamentarismo, la política y la diplomacia española, en tiempos de la Restauración Borbónica.
En el caso que nos ocupa, la Casa-Museo León y Castillo, diremos que ésta había sido en tiempos del preclaro don Fernando, su lugar de nacimiento y de convivencia familiar. El edificio en cuestión ocupaba un espacio de aproximadamente unos trescientos metros cuadrados, tal vez unos pocos más. La parte más antigua del hogar de los León y Castillo eran dos edificaciones con techumbres de teja árabe: La principal, a tres aguas y dando fachada a la antigua calle Real. La secundaria, en la parte más interna, cargaba sus aguas a sólo dos bandas. Uniendo la una con la otra, dos habitaciones de techo raso o azotea. Por lo que la edificación en su conjunto tenía forma de U, abriéndose hacia el Este y cerrándose en los otros tres puntos cardinales (Norte , Oeste y Sur). Un patio central enlosado con cantería gris, comunicaba las estancias bajas con el zaguán de entrada. A las del piso alto se llegaba a través de un corredor de madera cubierto con azoteas estrechas y longas. Junto a aquel lugar de esparcimiento (El patio) existía un cuarto de aperos y estanco para animales de montura, que también daba directamente a la calle anteriormente mentada. El resto de la parte Este era un pequeño huerto-jardín tras alto tapial que lo separaba de la popular calle de Los Cubas, en el pasado llamada Calvo Sotelo y hoy Julián Torón Navarro.
Los tiempos fueron pasando y, al heredar Juan y Fernando las diferentes propiedades familiares, lo que había sido el hogar familiar fue vendido en tres trozos adaptándose a las necesidades de los nuevos dueños. El que adquirió con la parte principal de la casa, edificó en parte del patio una construcción de cuatro habitaciones (dos por planta) y techo de azotea plana.
El Cabildo de Gran Canaria se hizo con ese tercio, a principio de los años cincuenta del pasado siglo XX y, en él establecería la Casa-Museo. Ésta iba a honrar la figura de don Fernando y por extensión de don Juan, el hermano mayor de aquél, quien fuera Ingeniero de Caminos, Canales, Puertos y Señales Marítimas. Las otras dos partes quedaron en manos privadas.
Tras la compra de una segunda porción (Hecho acometido en la primera década del siglo XXI), sólo restó una tercera, que aun hoy sigue en manos ajenas. Hasta aquí, la somera descripción de lo que fue la parte arquitectónica y por tanto física de lo que hoy damos en llamar Casa-Museo León y Castillo.
Ahora bien, analicemos con cierto detalle lo que llegó a convertir una simple casa particular de la Zona Fundacional de la Ciudad de Telde en Centro Museístico. Dijimos que Néstor Álamo Hernández (Santa María de Guía, 1906- Las Palmas de Gran Canaria, 1994) había pensado en crear una serie de Museos Insulares y, hoy conocemos de muy buena tinta, que en su cabeza bullía la casi febril idea de al menos, tres: Los ya nombrados Casa de Colón, Casa-Museo León y Castillo en Telde, además de la Casa-Museo Pérez Galdós en la calle Cano, del Barrio de Triana de Las Palmas de Gran Canaria.
Todos los que conocemos la intrahistoria de nuestra sociedad insular, sabemos lo fácil que fue vender la idea de un Museo para don Fernando León y Castillo, al mismo tiempo, son de sobra conocidos los obstáculos eclesiásticos que se interpusieron en la consecución de un museo para don Benito Pérez Galdós. Si Colón representaba las glorias de la Corona de Castilla y por ende de la tan cacareada por entonces, España Imperial (Idea usada para enaltecer el espíritu nacional por los ideólogos de la dictadura del General Franco). Y Fernando León y Castillo como máximo exponente de la más que centenaria lucha por la consecución de la Provincia de Las Palmas, don Benito tuvo un enemigo acérrimo en la persona de don Antonio Pildain Zapiáin, Obispo de la Diócesis de Canaria, quien amenazó con la excomunión al Sr. Presidente del Cabildo de entonces, don Matías Vega Guerra, al propio Néstor Álamo y a otras muchas personas, si osaban llevar a buen término la musealización de la casa natal del Escritor de los Episodios Nacionales.
En el caso particular de la Casa-Museo León y Castillo, tuvo bien allanado el camino de su transformación hasta conseguir convertirla en museo. La familia Artiles, dueños por entonces de la parte principal de la casa, no era proclive a su venta. En un primer momento, prohibieron al Cabildo la entrada a su vivienda y también a sacar fotos del interior de la misma. Néstor, hábil e inteligente más que ninguno, concibió una estrategia para permitirle saber cómo era en realidad el edificio. Trabajaba por aquel entonces para el Cabildo el experto pintor Santiago Santana y a él se le encomendó la labor de dibujar y colorear con acuarelas una vista exterior de la casa natal de don Fernando, que desde 1926 se encontraba señalada con una hermosa cartela de mármol.
Según nos contó el propio don Santiago: Uno, dos y hasta tres sábados sucesivos visitó Telde. El primero de ellos, se lo pasó dibujando a lápiz la el hogar leonístico, la humilde fachada de una casa del más puro estilo mudéjar, como tantas otras de la ciudad. Cuando ya iba a terminar la obra, aunque a ésta todavía le faltaba aplicarle el color; divisó a un señor, que desde una de las ventana le miraba con cierto interés. El pintor se apresuró a saludarle desde el otro lado de la calle y, el buen hombre le preguntó si necesitaba algo. La ocasión fue aprovechada de forma inmediata para decirle que algunos vecinos le habían hablado del bello patio, con pila de destilar, que había en el interior. Éso alagó al dueño de la casa, quien lo invitó a pasar. Santana con block y lápiz en mano, llegó raudo hasta allí y, preso de un arrebato creativo, empezó a dibujar todo lo que veía. Volvió alguna que otra vez y, a finalizar el mes, ya tenía las imágenes tan deseadas por Néstor Álamo, quien a su vez se las presentó a don Matías.
Convencidos de que el proyecto era viable para el Cabildo, don Matías tomó para sí el trabajo de la adquisición del inmueble. Persuadiendo al propietario de la conveniencia de no oponerse al mismo, apalabró su compra dando al sujeto un dinero en efectivo y trocando, lo que hasta en ese momento era su hogar familiar, por una casa antigua pero reformada en la calle Carreñas del barrio histórico de San Francisco. Así, se consigue dar solución definitiva a la compra.
Era el momento de comenzar las obras con el fin de adaptar lo que había sido hasta entonces una casa familiar a museo. Para ello, se hizo don Santiago Santana con un proyecto en el que no se suprimía prácticamente nada de lo existente. Sólo en la planta baja se tiraban dos tabiques de notable grosor, convirtiendo el lugar en un espacio diáfano de unos cuarenta-cincuenta metros cuadrados, con el fin de darle función de Biblioteca Pública. También, se llevó a cabo unos aseos públicos; junto a ellos una cocina y lugar de almacenaje de utensilios de limpieza. Reservando toda la parte alta para salas de uso netamente museístico.
Si la pila de destilar, verdadero ingenio que transforma nuestras duras aguas en potable para el consumo humano, había sido un atractivo del patio de la casa, no lo fue menos algo que descubriría el propio Néstor Álamo, en su primera visita al lugar. Nada más entrar a una de las habitaciones de la casa, vio a su derecha una pequeña portichuela de maderas algo destartaladas. Al preguntar al antiguo dueño qué había detrás de la misma, éste le comentó que se trataba de una despensa, sin mayor interés. Álamo, todo carácter, empujó la puerta y la abrió de par en par. Con la escasa luz de un mechero, se encontró con un lugar lleno de magia. Se trataba, nada mas y nada menos, que de la antigua cocina del siglo XIX, tal vez anterior a éste, que había servido a los León y Castillo y que después había quedado en desuso. Allí, sobre el suelo, amontonadas las papas, colgando del techo cebollas, ajos y una piña de plátanos al fondo sobre un viejo y desequilibrado estante de cañas varios quesos puestos a curar…Como el lugar era necesario para ampliar los que se habían dispuestos para biblioteca, se sacan fotografías detalladas del lugar y se enumeran todas y cada una de las piezas de cantería que forman el piso y el poyete, de tal forma y manera que pudo ser desmantelada y recompuesta en la parte alta de la vivienda, en donde hoy los visitantes de la Casa-Museo pueden seguir apreciándola. Para ésta y otras obras se contrató al un teldense que ya tenía fama como pintor y como restaurador de espacios urbanísticos y arquitectónicos, nos referimos al siempre bien recordado José Arencibia Gil, quien previamente se había dado de alta como empresario de la construcción y había contratado a un maestro de obras y dos peones. La restauración o rehabilitación de la casa se concluyó en abril de 1954. Los meses de mayo y junio fueron esenciales para su musealización, así como para el traslado de enseres y libros, esperándose al 18 de julio del mismo año para su inauguración oficial, contándose entonces con las mayores representaciones civiles, militares y eclesiásticas de la Isla de Gran Canaria y de la Provincia de Las Palmas.
Aquí no acaba la historia de la Casa-Museo León y Castillo, muchos años seguirán a éstos primeros y de ello hablaremos largamente en sucesivos artículos.

























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