El personaje de Pinocho, apareció por primera vez en las páginas de un periódico italiano del siglo XIX. Lejos de lo que pudiera creerse, la historia de este “personaje” fue fruto de la “retranca” de su creador, Carlos Collodi que, lejos de ser pensada “para niños”, la concibió para adultos, con demasiados episodios crueles y toda una sucesión de hechos donde salían a relucir las miserias del hombre. Esas que nos llevan de paseo por la codicia, el engaño y la explotación. A pesar de que Disney “lo dulcificó” en 1940, Pinocho siempre fue una marioneta, un malcriado, un mentiroso al que no le importaba mentir una y otra vez, aunque le creciera la nariz y con orejas de burro castigaran. Siempre tomaba el camino equivocado, se dejaba engañar y llevar por lo fácil. Presumía hasta de eso. Según relato original, Geppeto, “su padre”, un viejo gruñón y mal considerado por el “vecindario”, siempre lo quiso hijo, pero títere. Un día descubrió que “aquel trozo de madera hablaba” y que, con el pasar de los días se le rebeló, y allá, “en la isla de los juguetes” se terminó de malear. Quiso “su mentor” ponerle a su lado una pequeña conciencia, Pepito Grillo, personaje al que asesinó con sus propias manos.
El “Pinocho” Chavanel, también apareció por primera vez en un periódico, en este caso, con nombre canario. Su “creador y mentor”, de apellido García, era banquero y de la comunicación empresario. También aficionado a las marionetas él. Sabía de episodios crueles, de codicia, de engaños, pero necesitaba a alquien con alma de títere y ¨corazón de madera”. Alguien que para él hiciera las maldades. Y así hizo de “su medio” un circo y de Chavanel el Pinocho al que le “creciera la nariz”. LLegó el día en que el Pinocho, quiso pasear sólo por la “Isla de los juguetes” y allí, aprendidas las malas artes de su mentor, conoció a “lo peor de cada casa”, copió y pegó, hizo que “su madera hablara” y se maleó. Mintió, mintió y mintió, aunque la nariz se le rompiera en los juzgados de tanto hacerlo y saliera de ellos con “orejas de burro” en forma de caras sentencias. Se creyó Pepito Grillo, imagino que para poder llevar mejor la ausencia ya de conciencia. En el colmo de los colmos, encima, se ha dedicado por mucho tiempo a repartir “certificados de credibilidad”, él, que hizo de sus andanzas un negocio.
Quien por sus capacidades, pudo ser un Pepito Grillo, lastimosamente optó por caer en el “estómago de la Ballena”, del sistema. Porque, hablando en plata y de plata, ¿es que además de Pinocho se nos va a querer reivindicar como Inmaculado? El periodismo independiente se murió en el momento en que los medios de comunicación se convirtieron en empresas de propaganda, que cobran por informar, distorsionar o callar, por encumbrar o hundir, por no importarles que les crezca la naríz. Esa otra dictadura, la del mercado “deformativo”, la del relato de pago, existe y a esa dictadura ha prestado sus servicios el Pinocho Chavanel. Pretenderse ungido de altos valores y paladín de la verdad, quien tiene el currículum expuesto, no es tener la nariz larga, sino la cara muy dura. Y esto no es un ajuste de cuentas, ni matar al mensajero. Por mi parte, es un ejercicio de claridad y decencia, aunque tenga que soportar “la metralla” de quien tiene un micrófono todas las mañanas y “correveidiles” que lo engañan con intenciones y complejos que le hacen caer en estas trampas.
En lo que a mí respecta, “colorín, colorado”. Sólo he pretendido colocarlo en su sitio. Ponerle delante un espejo, que no fuera el suyo, claro. A otro con sus cuentos. El que quiera “comprárselos” que lo haga. Conmigo, se equivocó. Debió informarse mejor y “renovar” a sus “deformantes”.
José Carlos Martín Puig es sociólogo.
El Trijo | Domingo, 18 de Febrero de 2024 a las 08:53:51 horas
Sobran las palabras, Un diez para usted Don Francisco Chavanel......
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