
Una de las claves que explican el resurgimiento de las extremas derechas en el Viejo Continente, Vox en el caso de España, es la difusión de bulos y mensajes incendiarios antidemocráticos que propagan amén de la instantaneidad de las redes sociales e internet. No hace mucho nos enteramos de un grupo de WhatsApp de exmilitares (incluso, con rango de oficial) que estuvieron en activo hasta hace pocos años, donde jaleaban la necesidad de planteamientos golpistas e invocar al rey en semejante operación.
La fuerza bruta ante el razonamiento sosegado. El ‘trumpismo’ alado de
neofascismo es un virus que se propaga poco a poco, entre bromas en la barra del bar y el almuerzo de cuñados de los domingos, que va carcomiendo los cimientos de la democracia representativa y los derechos de la clase trabajadora. Vox ha tenido como fin esta meta, aunque ya en las pasadas elecciones generales se comprobó su retroceso electoral.
Recientemente se dio a conocer el ‘Barómetro de hábitos de lectura y compra de libros en España 2023’ que señala que hay un tercio de la ciudadanía (36%) que no lee. A pesar del incremento de la lectura con motivo del confinamiento durante la pandemia, y que aún muchos siguen enganchados desde entonces al noble vicio de leer, hay una parte considerable de la sociedad que no lee y, por lo tanto, no razona. Y, por ende, es presa fácil de la contaminación neofascista. En el mundo antiguo se llamaba idiota al que no participaba en el debate público. Aunque para participar precisamente hace faltar tener criterio si no quieres hacer el ridículo.
Leen más mujeres que hombres: un 68,5% ante el 59,3%. Sin libros (novelas y ensayos) y sin prensa, vence la ignorancia. Y la ignorancia es siempre retroceso, es el terror de la dictadura de la idiotez. Si no tienes criterio no has discernido, no sabes desechar aquello que resta. Estás hipotecado a lo que otros quieran hacer contigo. Te instrumentalizan. Y así, sin quererlo, se cuela una bandera con la Cruz de Borgoña en una comisaría (ni más ni menos) de la Policía Nacional en Las Palmas de Gran Canaria. Una enseña, de un imperio pretérito, agitada por los carlistas camino del frente en la Guerra Civil y por la ultraderecha que se manifestaba en Madrid estos meses atrás. Mucho cuidado.
Es muy preocupante que los agentes de la Policía Nacional reciban instrucciones con esta simbología presidiendo el salón de reuniones. Una mañana cualquiera uno la puso en la pared, sin más, quizá entre sonrisas de complicidad, vayamos a saber, y ha quedado ahí hasta el punto de que nadie lo advirtió o se atrevió a denunciarlo. El policía que ofreció sus declaraciones a Televisión Española, para más inri, lo hizo posando con la bandera como telón de fondo. Y hasta el equipo de periodistas que grabaron la pieza, por lo visto, tampoco se percató de semejante dislate. Gracias a su emisión, sin ninguno de ellos preverlo, enseguida se alzó la contestación pública en esas redes sociales donde convive la oportunidad de saber más con el fanatismo antidemocrático. Cuando la lectura es escasa, la ciudadanía se arredra. Y pasan estas cosas.


























Rodas | Viernes, 16 de Febrero de 2024 a las 07:53:58 horas
Sería lo mismo con la extrema izquierda que introdujo Podemos y que ha impregnado al PSOE hasta los tuétanos, colocando en España un gobierno "progresista" y comunista, ¿verdad? Pero no sólo al PSOE, la sociedad española ha sido bombardeada, desde los medios pagados por el gobierno, con ideología surgida del 15M y llevada al extremo de aceptar todo lo que destruye la sociedad, desde el terrorismo, al independentismo, pasando por toda la cultura "woke". Tampoco leen los que votan a la izquierda radical. También se ven banderas trasnochadas, que recuerdan guerras y genocidios, en cualquier manifestación de organizaciones de izquierda. Seamos justos. Ningún extremo ayuda, y lo que surge ahora en la derecha es producto de la radicalización de la izquierda. ¿Conoce la ley del péndulo?
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