
Las palabras conformac en pensamiento y tiene el poder de crear nuestra realidad. Cada palabra que usamos llega a nuestro cerebro consciente y al inconsciente a través del lenguaje. Cada palabra que nos decimos ejerce su poder definiendo nuestros pensamientos, emociones y comportamientos.
En casa de Ana y Tono siempre se escuchaban gritos, sobre todo cuando su hijo Esteban regresaba del colegio, o eso al menos creían ellos, digo creían, porque en muchas ocasiones, se escapaba y no iba, a pesar de las advertencias que desde el colegio enviaban a su casa. Un día todo cambió. Esteban comenzó a notar que la gente de su vecindario lo miraba de manera extraña, con recelo y desconfianza. Al principio, pensó que era su imaginación, pero pronto se dio cuenta de que algo andaba mal. La gente murmuraba a su paso, evitaba cruzarse con él y algunos incluso lo señalaban con el dedo.
Uno de sus profesores se lo encuentra vagando por los alrededores del parque que bordea el colegio y le comenta; estamos preocupados por ti, por tu familia. Dicen que has estado actuando de manera extraña últimamente. Hablas solo, te enojas con facilidad y has tenido algunos estallidos de ira. Está faltando mucho a clase y has ido perdiendo a los amigos que tenías. Estamos preocupados por tu salud, sobre todo por tu salud mental.
Esteban quedó perplejo, no se había dado cuenta de que su comportamiento había cambiado. Comenzó a recordar momentos en los que había perdido la calma por cosas triviales, momentos en los que había hablado en voz alta consigo mismo sin darse cuenta, esos gritos en su casa sin venir a cuento, el sufrimiento de sus progenitores por ese cúmulo de odio, enfado, había estado sintiéndose cada vez más frustrado y enojado por cosas que antes no le molestaban. Se sentía atrapado en un torbellino de emociones que no comprendía. En su cabeza y en la calle le gritaban, estás loco, estas loco.
En el oscuro laberinto de la mente humana, la locura y el enfado danzan en un juego de sombras y luces, confundiéndonos con sus caprichosos giros. La locura, ese abismo sin fondo donde se pierden los límites de la razón, a menudo se confunde con el enfado, esa llama voraz que consume todo a su paso. La locura es como un torbellino que arrastra consigo los pensamientos y las emociones, desorientando al que se atreve a adentrarse en sus dominios. Es el grito silencioso en medio de la multitud, la risa que se convierte en llanto sin motivo aparente. La locura puede ser un refugio oscuro o un abismo sin fondo, una prisión de la que es difícil escapar.
El enfado, por otro lado, es como un volcán en erupción, una fuerza de la naturaleza que arrasa con todo a su paso. Es el rugido del león herido, la furia que nubla la mente y oscurece el juicio. El enfado puede ser un fuego que purifica o una tormenta que destruye, una energía poderosa que puede ser difícil de controlar. Tanto la locura como el enfado son solo facetas de la compleja experiencia humana, reflejos distorsionados de nuestras propias luces y sombras. En vez de temerles o rechazarlos, quizás deberíamos abrazarlos como partes integrales de lo que significa ser humanos, y buscar la sabiduría y la comprensión que pueden ofrecernos.
Hay que reflexionar sobre cómo la sociedad percibe y trata a quienes sufren de locura y quienes tienen un enfado, y cómo estas personas buscan comprender y manejar sus propios desafíos. Su profesor lo reconforta y le anima a buscar solución a lo que le sucede, sabes Esteban, ¡tu no estás loco, estas enfadado! por esa discrepancia entre lo que se espera de ti y la realidad que ha sido una fuente de frustración y enojo.., desde la acera de enfrente.




























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