
Esta semana Fernando Clavijo y Manuel Domínguez, junto a otras autoridades, realizaron la visita al papa Francisco. Un tipo de encuentros que, en ocasiones, brillan más por las formas, los gestos y comentarios diplomáticos sibilinos (la diplomacia vaticana) que por el fondo en sí de la conversación. No suelen trascender todos los extremos tratados. Pero son citas, las de Roma, que tienen su importancia. El carisma del papa persiste y enarbola una bandera de regeneración, dentro y fuera de la Iglesia católica, aunque podría ser mayor, que hace que estar en su agenda valga un tesoro.
El pontífice trasladó a Clavijo y al vicepresidente Domínguez su inquie
tud con el tema migratorio que, a todas luces, Canarias conoce de primera mano. En el Mediterráneo constituye una frontera entre dos mundos, el Viejo Continente y el norte de África, que torna como una barrera de las esperanzas y expectativas humanas de salir de la nada y ostentar una vida con un mínimo de posibles y bienestar. Pero muchos tropiezan con la muerte en el viaje de la desazón. Sin embargo, el fenómeno migratorio es agitado por los populismos y la extrema derecha, como acontece en Italia, y fomentan de este modo la indiferencia, cuando no directamente el odio, al tercero, al extraño que es cosificado.
En las islas impera la tolerancia. Pero esta puede ser revertida a poco que los mensajes xenófobos y el neofascismo de Vox calen en la sociedad. La ciudadanía isleña está abonada a la concordia, a la apertura hacia el exterior. Es una vitola que nos distingue para bien. No caemos presos de esos discursos racistas. A buen seguro, porque la propia historia de Canarias es la interposición de flujos diversos más el cuño aborigen que nos enraíza. El comercio, los puertos francos, el paso obligatorio de navíos y buques entre continentes, dejan su huella positiva. Y hoy esa apertura mental hace que acojamos al otro desde la dignidad e igualdad de trato, resbalándonos la potencial animadversión que Vox pretende inculcarnos.
Estar con el papa Francisco da réditos políticos. Es una fotografía que vende bien. En breve, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, acudirá por segunda vez a Roma para ser recibida en audiencia vaticana. La gallega es consciente de la querencia social que irradia el pontífice. En Argentina, donde experimentan ahora el salvajismo ultraliberal con ramalazos autoritarios a mano de Javier Milei, lo que diga y haga Jorge Mario Bergoglio es una dosis de confianza y rechazo a los abusos; por mucho que a Milei le moleste. Ojalá venga a Canarias este papa.





























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