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Lunes, 15 de Diciembre de 2025

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Colaboración

Confesión de altura

Reflexión del sacerdote Francisco Martel

FRANCISCO MARTEL Sábado, 13 de Enero de 2024 Tiempo de lectura: Actualizada Sábado, 13 de Enero de 2024 a las 19:10:48 horas

Amigos lectores-as: Les manifiesto que con gusto escribo el “Minuto” de hoy hablando sobre lo que digo en el título ya que fue verdad.

 

Sí, recuerdo que fue en un viaje a Brasil donde estuve 6 años en el trabajo pastoral, de los que pasé 2 en la región de La Amazonas donde tuve la gran dicha de conocer muy de cerca al gran obispo catalán D.  Pedro Casaldáliga, el hombre que tenía respuesta y humor para todo, hasta para contestarle una vez al Vaticano que le preguntó por qué no hacía la visita ad Límina, y él, con su buen humor catalán, le dijo: “Los pobres no tenemos dinero para viajar muchos kilómetros.”

 

Decirles con respecto al título de hoy que aun no me olvido de aquella vez que hice una confesión de altura ya que el pasajero que estaba a mi lado, al fijarse en la pequeña cruz que llevaba en forma de Tau, me dijo: “Padre, ¿me puede Ud. confesar?” Y yo con alegría le dije: “Claro que sí, y bromeando le dije: “Espero que S. Pedro no lo tenga a mal, al hacerlo a tanta Altura.”

 

Amigos-as, permítanme decirles que la Confesión es el gran regalo que nos dejó Jesús cuando un día le dijo a sus discípulos: “Vayan por el mundo, y a quienes les perdonen los pecados le serán perdonados…”

 

Sí, comprendo que a veces se encuentre uno con Confesores medio “atravesados” que se han convertido en jueces y que no saben llevar la buena noticia del Evangelio por donde van. Les confieso que yo mismo tuve esa experiencia en Roma, cuando una vez fui a confesar en la Iglesia de Santa María la Mayor donde me encontré a un confesor “leguleyo”, sí, que no respiraba misericordia.

 

Amigos-as, acabo hoy el escrito deseándoles a todos-as una feliz semana recordando siempre lo que mi madre me decía: “Paco, hoy no hueles bien, ¿te has lavado?” Pues yo les digo: “Huelan siempre bien y no olviden de hacer una buena confesión con gusto, ya que ella nos da la paz.”

 

Ah, termino contándoles que, estando en la Amazonas, cada 2 meses yo confesaba con D. Pedro Casaldáliga, y que él mismo un día, al terminar mi confesión, él me dijo: “Amigo Paco, escucha mi confesión ahora, que yo también soy un pecador.” De verdad que yo lo confesé con alegría viendo que mi mano temblaba de escalofrío cuando le decía a este gran apóstol de los indios Tapirapés: “Pedro, yo te perdono en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”

 

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