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Camino hacia la desmemoria (LVII)

Tumbas y lápidas sepulcrales en Telde

Reflexión del cronista oficial de Telde, Antonio María González Padrón, licenciado en Geografía e Historia

TELDEACTUALIDAD/Telde Jueves, 11 de Enero de 2024 Tiempo de lectura: Actualizada Jueves, 11 de Enero de 2024 a las 19:02:13 horas

A propósito de la salvaguarda de la tumba de Cristóbal García del Castillo

De sobra es conocida la antigua costumbre cristiana de enterrar a los difuntos en el subsuelo de ermitas, iglesias hospitalarias, conventuales y/o parroquiales. En España y en su ancho Imperio, esta tradición se mantuvo por espacio de siglos, hasta que su Majestad Católica el Rey don Carlos III mandase a publicar la Real Cédula de 3 de abril de 1787, en la que conminaba, tanto a las autoridades civiles como religiosas, a proveer en las distintas localidades un suelo, más o menos holgado, según la población del lugar, para dedicarlo de forma específica al enterramiento de los vecinos ya difuntos. Ni decir tiene que se abrió un acalorado debate sobre esa nueva idea ilustrada con la que los ministros y consejeros del Rey querían paliar los continuos brotes de epidemias, que últimamente habían aflorado en varios puntos de la Península Ibérica.

 

Los dimes y diretes fueron alentados por los más radicales feligreses[Img #1002785] y eclesiásticos, que ponían en duda la validez de tal Real Orden ya que, según ellos, podría afectar a cuestiones de índole espiritual.  Analicemos el porqué de esas reservas de conciencia: En una España dividida durante siglos en zonas de tres influencias religiosas, léase: Cristianos, musulmanes y judíos; se podía evidenciar los diversos tipos de enterramientos. Los judíos, siguiendo sus ancestrales rituales, inhumaban los cadáveres en campos del extrarradio de pueblos y ciudades, cuestión ésta que repetían los de religión islámica; no así los cristianos que tomando como base aquello de sobre los cuerpos de nuestros mártires hemos levantado nuestra Iglesia, preferían enterrar en el interior de los más diversos templos (Suspicacia ésta que evitaba que las tumbas que los seguidores de Cristo fueran profanadas, llegado el caso). En el devenir de los tiempos se comprobó cómo los cristianos, militares o no, violentaron de forma sistemática los cementerios de las otras dos religiones, muchos de ellos dedicados con posterioridad a la Reconquista a muladares o basureros, aunque también los convertirían en campos yermos, utilizando para ello kilos y kilos de sal. La venganza sobre el distinto, como hemos comprobado, se llevó más allá de lo racional, si por ello se tiene el desprecio y la guerra entre seres humanos. Todavía en la España de nuestros días, a muchos lugares se denominan, Campo del Moro o del Judío, cuando no Campo de los Marranos.

 

Llegados a Telde, y cuando queremos hablar de nuestra ciudad, incluiremos su comarca, compuesta por los actuales municipios de Valsequillo de Gran Canaria y Telde. En ella existieron desde finales del siglo XV y muy principios del XVI, los siguientes lugares de culto católico: La Iglesia Matriz y única parroquia, hasta la creación de sus hijuelas de San Miguel de Valsequillo (1800) y San Gregorio Taumaturgo de Los Llanos (1847-1848), la Ermita de Santa Lucía, trocada con el tiempo en Iglesia Hospitalaria de San Pedro Mártir de Verona (Ésta última bendecida en 1550), las también ermitas de La Inmaculada Concepción, en Jinámar; San José de Las Longueras y San Roque (Todas ellas de finales del siglo XV principios del  XVI, San Antonio del Tabaibal (segunda mitad del siglo XVII y principios del XVIII). En épocas muy posteriores, surgieron otros oratorios privados y ermitas. Ya, bien entrado el siglo XX, se erigieron otras iglesias parroquiales de nueva construcción y se elevaron antiguas ermitas a nivel de sedes parroquiales. Últimamente, el Reverendísimo Sr. Obispo de la Diócesis de Canarias, don José Mazuelo, ha decretado la calificación del Templo Parroquial de la Inmaculada Concepción de Jinámar como Santuario Diocesano.

 

Así, no debe extrañarnos que en cuatro de dichos templos se haya practicado el enterramiento de difuntos. De forma sistemática y en mayor número que en cualquier otro lugar, en la actual Basílica Menor de San Juan Bautista, sita en el centro mismo de la Zona Fundacional de nuestra Ciudad. En las naves colaterales derecha e izquierda son numerosos los signos de enterramientos, sus losas de cantería gris y de formas rectangulares en buena parte poseen unas incisuras, que servían para introducir un garfio con el que levantar las mismas y proceder a los enterramientos. Ya hubo quejas en el pasado de varios hundimientos parciales de ese suelo pétreo, acción causada por la putrefacción indiscriminada de los cadáveres. En las nobles capillas de San Bartolomé, San José, San Ignacio de Loyola y Nuestra Señora del Rosario existen hasta el día de hoy numerosas tumbas con loables labores de cantería. Las más destacadas se encuentran, sin duda alguna, en la anteriormente mentada Capilla de San José, lugar en donde fueron sepultados, desde finales del siglo XV hasta 1830, todos los Señores Curas Beneficiados de esta Parroquia Matriz. En este reducto, también se enterraron los restos mortales del Conquistador, Colonizador y Mayordomo Mayor de Obras del Templo Sanjuanero, don Cristóbal García del Castillo, uno de los cinco Capitanes de la Real Hermandad de Caballeros de Andalucía que fundaron, por segunda vez, nuestra Ciudad en la primavera-verano de 1483 (Nuestra urbe tuvo una primera fundación que data del 7 de noviembre de 1351). Junto a la tumba de Los Castillo, ya que en ella se encuentran los restos de su padre (Hernán García, el Viejo), esposas y varios de sus hijos, existen otras de indudable valor histórico-artístico.  En la ya nombrada de San Ignacio existen lápidas sepulcrales de altísima calidad. Éstas pueden ser datadas con posterioridad a 1699, fecha en la que se empieza a erigir dicho espacio, gracias a los dineros de don Francisco Yáñez Ortega. La de Nuestra Señora del Rosario conserva dos tumbas con sus respectivas lápidas, realizadas en el segundo cuarto de siglo del siglo XX, tras el traslado de los restos mortales de don Pedro Hernández Benítez y de don Joaquín Romero Rodríguez, desde el Cementerio Católico de San Juan Bautista a esta Parroquial.

 

¡Ojo! Hacemos una advertencia, como la venimos haciendo en los últimos cuarenta años, sin ser oída y por lo tanto sin efecto alguno. En épocas ya pasadas, nos referimos los largos y fructíferos años del párroco Dr. don Pedro Hernández Benítez, jamás se osó poner sobre ellas (tumbas y lápidas) ningún elemento que le restara visión y mucho menos que las pusiera en peligro. Toda lápida tallada sobre piedra basáltica o cualquier otro material pétreo es susceptible a quebrarse. Eso ya le pasó a la lápida sepulcral de los Sres. Curas Párrocos, que con tanto vaivén, producido por los enterramientos de los mismos, un buen día se partió en múltiples trozos. Vemos con verdadero pánico y horror como se colocan sobre ellas bancos y tronos, en el caso de los segundos al menos tienen ruedas hinchables, pero en el primero todos sus kilos se apoyan de forma indiscriminada, ejerciendo una presión superior a lo resistible.

 

De nuevo, surge el debate de la utilización coherente de los espacios sagrados, cuando éstos llevan aparejado un alto valor histórico artístico.

 

Pongamos el caso especifico de la tumba de losa negra  de don Cristóbal García del Castillo. Su altísimo valor artístico viene dado porque fue tallada en Flandes y los artesanos autores de la misma dejaron muestras, más que suficientes, de sus pericias, al realizar una decoración a base de cuatro bandas perimetrales y en cada esquina del rectángulo, el símbolo inequívoco de los Cuatro Evangelistas, lo que popularmente se conoce como Tetramorfos. El valor de la pieza ha sido y es tan grande, que nadie se ha permitido inscribir en ella nombre alguno, pues desde que fue traída del Puerto de Amberes, no hubo artesano local que pudiera garantizar su óptimo estado, tras su intervención. Mucho y bien se ha hablado y escrito del Arte Flamenco en Canarias, pero da grima pensar que en Telde es el único sitio, en donde una pieza de tan reconocible valor, no solo se pisa a diario, sino que se le encasqueta un banco pesadísimo de tea sobre ella.

 

Este Cronista lleva décadas pidiendo que se retiren los bancos de la Capilla de San José, por lo menos aquellos que están sobre las lápidas sepulcrales. Convendría dejar el lugar sin bancadas, pero si la Liturgia lo hiciera obligado, bien se podría cambiar los pesados bancos de madera por unos asientos más ligeros (A maneras de sillas o sillones individuales) que, terminada las diferentes ceremonias, se pudieran retirar y apilar en la sacristía anexa. Todavía estamos a tiempo de evitar un más que anunciado atentado patrimonial. Los bancos sobrantes, bien sean éstos u otros más antiguos, podrían depositarse en la Iglesia Conventual de San Francisco, ya que en ella hay espacio más que suficiente.

 

Otros ayuntamientos lo han hecho y no nos explicamos el por qué el nuestro no. Debido al alto valor artístico-cultural de nuestras procesiones, los diferentes tronos que portan las imágenes de veneración podría estar depositado, previo acuerdo Iglesia-Administración Pública, en una de las naves de reciente adquisición por ésta última, en El Callejón de La Fuente. Así, se libraría la Basílica de San Juan a la Conventual de San Francisco de esa imagen de garaje o aparcamiento de coches que vienen sufriendo en las últimas décadas, ya que hasta 1970 la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista de Telde, nunca mostró esa imagen.

 

A ver si, de una vez por todas, nos aclaramos. La Basílica Menor de San Juan Bautista, centro por antonomasia del Culto Católico de la comarca teldense, es un lugar muy, pero que muy especial, sólo comparable con otros grandes templos de Gran Canaria o Canarias. Ni en la Catedral de Canarias (Santa Ana), ni en la Basílica de Nuestra Señora del Pino de Teror, ni mucho menos en la Iglesia y Santuario Diocesano de Santiago de Gáldar se aparcan tronos. Éstos sólo se ven en sus naves, cuando una festividad determinada los hace necesario. Se pregunta este Cronista ¿Por qué la Basílica de San Juan y la Iglesia Conventual de San Francisco son las únicas, a las que no se les ha buscado solución definitiva?

 

Vuelvo y repito, en este caso como en tantos otros, la colaboración entre la Diócesis y  Excmo. M.I Ayuntamiento es, a todas luces, urgente y necesaria. Hagamos votos para que esta crítica constructiva llegue a oídos de los que tienen el poder de mutar las cosas.

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