
Si algo nos deja como herencia 2023 es precisamente una pesada carga de impotencia. Llevamos semanas asistiendo a un genocidio de Israel contra el pueblo palestino y la comunidad internacional mece entre la indignación y el asombro. La razón es que Estados Unidos ampara a Israel. Y cualquier iniciativa en el Consejo de Seguridad de la ONU a favor de la paz inmediata se topa con el rechazo estadounidense. Y como tiene capacidad de veto, las aguas se van por el sumidero. Puede que sea la globalización, puede que sea la indiferencia globalista, pero la realidad es la que es: cunde la impotencia ciudadana porque no entiende que nadie le pare los pies a Benjamín Netanyahu.
Por otro lado, Israel anuncia el retorno de su embajadora a España. Es
decir, que las cosas diplomáticamente han vuelto a su cauce, al previo a las protestas (más o menos intensas de Pedro Sánchez) y, por tanto, satisfacción israelí. Si vuelve justo ahora, que todavía perduran los bombardeos sobre civiles en la franja de Gaza, ¿qué ha logrado La Moncloa? Todo el amago de retirada de embajadores, romper relaciones, imponer sanciones o no vender armas a Israel era especulación barata.
Cuanto más odio inocule Israel sobre las niñas y niños, la juventud de Palestina, más largo será el conflicto. Por eso afloran ocurrencias de deportar a parte de la población palestina a África o cosas por el estilo. El mismo lenguaje y matanza que el nazismo aplicó a los judíos, lo hace el sionismo contra los palestinos.
Cuando perpetrar un genocidio sale gratis, nada bueno se puede esperar de las relaciones internacionales a medio plazo. Dejar que campe a sus anchas un genocidio es, cuando menos, permitir que vengan luego otros allá donde sea. Si no hay unos mínimos a garantizar, el Derecho Internacional se desvalida. Estados Unidos puede vetar todo aquello que vaya contra la barbarie de Benjamín Netanyahu, pero la problemática histórica (de más de medio siglo) entre Israel y Palestina proseguirá. No desaparece.
La solución de convivencia entre los dos estados será más ardua si el genocidio sigue. A veces las cosas son muy sencillas. Tanto como que suena a señuelo ya aquella promesa de Sánchez cuando era líder de la oposición de reconocer al Estado de Palestina. Tiene en el presente la oportunidad. Y no lo hace. Aun concurriendo un genocidio que revuelve el estómago a la gente de bien, de buen corazón, no da el paso.
























Juan | Martes, 09 de Enero de 2024 a las 10:03:31 horas
Estimado Rafael. Esto que usted dice, y cito textualmente “Todo el amago de retirada de embajadores, romper relaciones, imponer sanciones o no vender armas a Israel era especulación barata” no es cierto. Moncloa no ha hecho amago de ningún tipo. Le recuerdo que la única que se ha pronunciado en esos términos fue Ione Belarra y ya vio cómo saltó toda la basura contra ella. El único gobierno que ha dado un paso al frente ha sido el de Sudáfrica solicitando a la corte internacional que Netanyahu sea juzgado por crímenes contra la humanidad. Y en estos días se ha sumado Colombia. El resto? Callados, de rodillas frente a EEUU.
Lo que está demostrando el paso del tiempo, los más de 23 mil asesinados, los vídeos mofándose de las penurias de los palestinos, la producción de un bebé palestino como juguete… es que el pueblo de Israel no merece consideración ninguna por la comunidad internacional. Al principio yo siempre decía que era una cosa del gobierno, que no había que culpar a todo el pueblo de Israel, pero a los hechos me remito y tristemente sí, son tan culpables como el criminal de Netanyahu. Que la propia juventud diga que matar a bebés y infantes palestinos es motivo de alegría y que supone un terrorista menos de cara al futuro es síntoma de una sociedad enferma.
Parece que se han olvidado rápidamente del exterminio nazi y ahora son ellos los que lo llevan a cabo.
Saludos.
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