
El cierre de 2023 nos dejó el fallecimiento de Tom Wilkinson, uno de los actores principales de ‘Full Monty’ (1997). Ambientada en la ciudad de Sheffield, el cierre de una fábrica de acero hunde en la desidia y el abandono a un grupo de trabajadores que, entre la desesperación y la necesidad, buscan la salida de preparar un ‘striptease’ para ganarse algunas perras. Es la mezcla idónea de cine social y comedia. Pero es, ante todo, una película que narra los estragos del largo ‘thatcherismo’ en el poder. Y es que la desindustrialización y la huelga de los mineros fueron provocadas por Margaret Thatcher en su sacrosanta tarea de privatizar lo público, desorganizar los lazos colectivos y apostar por el individualismo bajo el señuelo del capitalismo popular.
La película fue estrenada a la vez que un joven y carismático Tony Blair
alcanzaba el número 10 de Downing Street. Los laboristas ponían fin a una prolongada travesía por el desierto. Pero ya no era la izquierda anclada en los sindicatos y los enclaves del norte de Inglaterra que les votaba. Era el Nuevo Laborismo que, en realidad, ya fue adelantado por el ‘felipismo’ en España al propagar la socialdemocracia descafeinada. Margaret Thatcher en 2002 cuando le preguntaron cuál era su mejor logro político, sentenció: “Tony Blair y el Nuevo Laborismo. Obligamos a nuestros rivales a cambiar sus posiciones”.
El largometraje es un canto al compañerismo, la amistad y la superación coral cuando los estragos aprietan. Es, por tanto, un alegato de la cultura obrera. Una reivindicación pertinente que recuerda que yendo solos siempre tienen las de perder los que disponen de menos posibles. Una obra de la que pudimos disfrutar en aquellas salas de cine cuando acudimos a mediados de la década de los noventa. Una oferta cultural hoy impensable en los multicines de los centros comerciales que pueblan las afueras de las urbes.
Sin duda, una de las mejores escenas que nos deja ‘Full Monty’ es cuando los protagonistas se encuentran en la cola del paro y justo cuando suena ‘Hot Stuff’ de Donna Summer, ponen en práctica lo ensayado mientras esperan su turno ante el asombro del resto de desempleados que no entienden nada de lo que está ocurriendo. Vamos, que incluso cuando vienen mal dadas la vida demuestra que hay lugar para el humor y, por consiguiente, hay ilusión y esperanza. También para la clase obrera que, eso sí, debe organizarse. Feliz 2024.























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