A la valoración de los distintos grupos parlamentarios sobre el discurso de Felipe VI, le sigue la medición de audiencias. Y el dato de 2023 es malo: 5.600.000 espectadores (59% de ‘share’). El más bajo desde 2016. El curso álgido fue 2020 con 10.400.000 televidentes (70% de ‘share’). La evolución del seguimiento, la comparativa, está publicada en el portal ‘Electomanía’.
Teniendo en cuenta que prácticamente todas las cadenas de televisión generalistas, sean de titularidad pública o privada, despachan el mensaje anual de la Casa Real, este descenso en 2023 es señalado. Y supera los efectos que haya podido tener la consigna de EH Bildu que propuso en Euskadi y Navarra que los hogares no conectasen a esa hora la televisión para ignorar al monarca.
A todas luces, el baluarte principal que le queda a Felipe VI en la izquierda es el PSOE. Es más, el rey necesita más al PSOE que el PSOE a él. Sin el PSOE el sistema del 78 decae. Y Yolanda Díaz puede hacer, en pleno siglo XXI, de Santiago Carrillo al margen de que sus escuderos parlamentarios valoren contrariamente la alocución del rey desde la premisa republicana. El posicionamiento de Sumar con respecto a la monarquía aún está por ver. Por ahora, juega con los dos perfiles: el republicano y el posibilismo del ‘carrillismo’ que tan efectivo (aunque doloroso y costoso) fue durante la Transición.
En Nochebuena tiene la Casa Real su ocasión por excelencia en el que interpelar desde la neutralidad institucional que se le presume. Por eso la cita es, en principio, tan esperada; es cuando entrelíneas puede lanzar aquello que sopesa la monarquía teniendo asegurada la convocatoria estatal en los sofás. De ahí, que esta baja audiencia de 2023 es un síntoma inquietante. Restaría comprobar si es algo puntual o permanece estancada (o a la baja) en 2024 y siguientes temporadas.
Las cifras de 2023 nos devuelven a 2016 cuando Felipe VI solo logró concitar la expectación de 5.800.000 espectadores (58% de ‘share’). Y una cosa es el debate en sí entre los partidos políticos acerca de la monarquía y otra, que puede ir unida o no a la primera, es el estado de ánimo en la calle. Quizá haya un cansancio sociológico pues Felipe VI se atrinchera en defender el llamado espíritu de la Transición y el legado ofrecido desde entonces. Es legítimo y hasta cierto punto efectivo; eso sí, cada vez menos. Aunque lo importante es que no va más allá. Y algún día tendrá que hacerlo. De lo contrario, imperarán las aguas estancadas que, por cierto, suelen tener mal final.
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