El cierre del caso Neurona simboliza el fin del sufrimiento de Unidas Podemos, aun quedando sin reparar el daño causado. La estrategia de abrir presuntos casos judiciales con la oportuna ampliación mediática, partícipe imprescindible, de cara a desacreditar a esta formación dio sus éxitos. Generando portadas en la prensa y abriendo telediarios, se deslegitimó a una opción política que de antemano no tenía nada que esconder. Se sabía pero daba igual pues la cuestión estribaba en crear una apariencia dañina para rebajar las expectativas electorales de Unidas Podemos en su mejor periodo. No fue algo puntual, que puede ocurrir, y ocurre, sino que aconteció de manera sistemática. Y eso es preocupante. ¿Quién repara todo esto tanto a los afectados a nivel individual como al partido en su conjunto?
A partir de las elecciones europeas de 2014 y, especialmente, los comicios generales de diciembre de 2015, quedó patente que las siglas lideradas por Pablo Iglesias podía disputar la hegemonía menguante del bipartidismo. El ‘sorpasso’ al PSOE se palpaba. La quiebra potencial del neoturnismo se olía al compás de todo el reflujo de los años de austeridad y malestar social después de la Gran Recesión de 2008 y que catalizó el 15M. Unidas Podemos tenía la capacidad de trastocar por completo el sistema político ungido en la Transición y eso provocó múltiples recelos en las élites y el poder central.
La operación en su contra se puso en marcha. Y consiguió su objetivo, a la vista está. Sin embargo, el precio a pagar fue alto. El periodismo y la justicia no son hoy valorados por igual por parte de la ciudadanía; en los últimos años ha crecido la incredulidad hacia estos dos pilares esenciales de la democracia representativa. Mal asunto.
Si en la segunda mitad del siglo XX, el PCI en Italia también disputaba el orden hegemónico de la democraciacristiana y obligó a la CIA y demás actores internacionales en fijarse de cerca en lo que ocurría en Roma (estábamos en la Guerra Fría) aperturando acciones de los servicios de inteligencia al compás de los ‘años de plomo’, ¿cómo no iba a suceder algo similar con Unidas Podemos, salvando las debidas distancias? Pablo Iglesias y sus correligionarios tocaron hueso. Iban más allá de las alternancias periódicas y pacíficas entre los dos grandes partidos del llamado régimen del 78. Huelga decir que el cierre del caso Neurona, como el de otros previos, no ha tenido la correspondencia en las portadas y telediarios estos días como sí la tuvieron en eco cuando se abrieron las investigaciones judiciales. Esto, más el acoso sufrido en el domicilio del entonces vicepresidente del Gobierno y la ministra, no puede ser obviado en el presente por la bancada de la izquierda. Deja lecciones.
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