Todo actor político necesita autonomía. Arrebatar la misma a un tercero no deja de ser un afán de más poder, de acumulación del mismo. Algo así ocurrió en la década de los ochenta. UGT estaba amarrada al PSOE por aquello de la doble militancia. Comisiones Obreras era libre y el ‘felipismo’ trató de orillarlo utilizando a la UGT al tiempo que el presidente del Gobierno jugaba a una Tercera Vía anticipada en modo Tony Blair y le daba una de cal y otra de arena a Nicolás Redondo. Una triangulación del ‘felipismo’ que conllevó que a la UGT no le quedase otra que optar por el distanciamiento. ¿De qué le valía algunas concesiones desde La Moncloa a cuenta del Estatuto de los Trabajadores, de la Ley Orgánica de Libertad Sindical y la devolución del patrimonio incautado por la dictadura si después el ‘felipismo’ perpetraba la reconversión industrial y fomentaba la temporalidad laboral?
En esa misma década de los años ochenta, esas Comisiones Obreras que resisten al ‘felipismo’ (mascullaba que podían arrinconarla como al PCE de Santiago Carrillo en 1982) gana más margen de maniobra al calor de una independencia de criterio, sin tutelas partidistas. Es el acierto de Antonio Gutiérrez como secretario general (1987-2000); y hoy puede entenderse mejor la musculatura social interdisciplinar que alberga diferentes sensibilidades ideológicas progresistas y de izquierdas de Comisiones Obreras.
El PSOE ‘socioliberal’ de Felipe y Guerra no pudo con el sindicalismo de clase; las mayorías absolutas y el BOE no doblegaron la acción sindical. Yolanda Díaz y Sumar requieren del concurso de la central sindical. Con independencia, eres más fuerte. El resto te necesita. Pero antes has tenido que defender tus posicionamientos y sortear cortapisas, tal como aconteció en los ochenta: Marcelino Camacho no se supeditó al PCE y Antonio Gutiérrez abrió aún más el sindicato a la sociedad.
El culmen de todo aquello es la huelga general del 14D de 1988 donde UGT ya va de la mano de Comisiones Obreras. A Nicolás Redondo no le quedó otra que secundar la vía de Comisiones Obreras, las ataduras a lo partidista ceñían sus posibilidades. Es el giro de UGT que justo antes se había quedado al margen de la huelga general de 1985 que convocó Comisiones Obreras contra la reforma de las pensiones. El 14D hasta se fue a negro la emisión de TVE. Fue un rotundo éxito. El ‘felipismo’ se asustó.
Sin toda esta trayectoria, sería imposible asimilar las coordenadas presentes de la acción sindical y la condición de Comisiones Obreras como sindicato más representativo. El próximo jueves se cumplirán 35 años de la huelga general del 14D. Un hito que motiva la necesidad del sindicalismo de clase y otorga aliento para los retos presentes y venideros a encarar por las trabajadoras y trabajadores.
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