Pablo Motos no controla

El presentador ha descubierto que no controla el mensaje, que este se le puede volver en contra. Que el poder mediático, que lo es, sin duda, sin sabiduría puede resultar un ‘boomerang’. Y Pablo Motos lo ha saboreado. Un acto contraproducente. Ocurrió con su entrevista reciente a Alfonso Guerra en la que el exvicepresidente volvió a liarla con sus declaraciones en pos de que los humoristas puedan volver a meterse con los enanos y homosexuales alegando que ya no hay libertad de expresión. ¿Qué haces Alfonso? ¿Cómo se te ocurre sostener una premisa que da alas a la burla injusta y a los homófobos? Lo que era Guerra en la Transición y en los ochenta y lo que es ahora, un abismo. Está perdiendo réditos a marchas forzadas. Pero volvamos a Motos.

El conductor de ‘El hormiguero’ se ha erigido en el estandarte de la España cañí, un espacio televisivo donde emerge la reacción y la custodia de una falsa masculinidad. La distorsión masculina. La ventana ideal para los hombres que piensan que el mundo se les ha vuelto en contra por culpa del feminismo. El consumo preferido de los Luis Rubiales de turno. No, no es eso. Lo que el feminismo y el empoderamiento de la mujer logran es que estos pierdan los privilegios de antaño fruto de un largo patriarcado.

Tal es el alegato reaccionario, que además aluden a la presunta pérdida de la libertad de expresión. Sin embargo, estos días en algunos medios de comunicación y en las redes sociales se ha desatado una ola de indignación de periodistas y viñetistas que han confesado las llamadas incisivas de la productora de ‘El hormiguero’ después de cualquier crítica de estos en aras de frenarles e ‘invitarles’ a que no vuelvan a mencionar el programa. Vamos, que la libertad de expresión solo vale para Pablo Motos y el resto a aguantarse.

‘El hormiguero’ tendrá éxito de audiencia y un nivel de penetración social importante, los datos lo avalan, pero no se percatan que el universo unidireccional propio del monopolio de antaño de los medios de comunicación se ha terminado. Y esto no le gusta a la estrella nocturna de Antena 3.

Tocarle el trasero a una mujer o preguntarle la ropa interior que lleva como parte de la entrevista, irradia machismo a borbotones. Transmite lo contrario a la igualdad. Pero nada es casual. La presencia de Guerra añorando los chistes contra enanos y homosexuales, como otras salidas de tono de Pablo Motos, es un microondas de difusión de valores reaccionarios estilados en una utopía retrógrada en la que el hombre disfrutaba de la comodidad del púlpito sacrosanto y la mujer se hallaba sometida a sus apetencias discriminatorias y el favor sexual a toque de silbato.