Con el fallecimiento de Jerónimo Saavedra, Canarias no solo honró la memoria de su autogobierno sino también cerró una larga etapa de otro modo de hacer política. En realidad, ese ciclo comenzó a tambalearse tras la Gran Recesión de 2008 y el 15M, pero ya es evidente que se ha evaporado. Y no es una apelación solo al valor del consenso, que también, sino a aquellas reglas (escritas o no) por las cuales el ritmo político era más pausado, las organizaciones eran más sólidas y la relación con los medios de comunicación estaban más definida. Todo eso, amén de la instantaneidad, pertenece al ayer.
El propio Saavedra era el primero que tenía la inquietud de promocionar
cuadros dentro del PSOE. Dirigentes que, en principio, atesoraban unos méritos que les hacían destacar. También CC en sus inicios era otra cosa, conformada por conmilitones con trayectoria en la empresa privada, en la Administración y valedores sociales. Qué decir del PP comandado por José Miguel Bravo de Laguna, más de lo mismo. Se cuidaban las formas, se producían los acuerdos y el grado de previsibilidad era enorme a favor de la opinión pública isleña.
No es melancolía. Pero el grado de valía de los actores políticos, en términos generales, ha descendido. Subrayo, dicho esto a brocha gorda, pero se comparte esa sensación colectiva de que antes se precisaba más fuste para ocupar una responsabilidad.
Desde luego, el mundo actual tiene otras ventajas. La información, por ejemplo, rula con mayor facilidad y, por tanto, se presupone que la democratización será mayor. No es poca cosa. Si la política antes era un negociado de unos pocos, ahora está al servicio de todos. O, al menos, así nos lo venden. Después están las pautas que no se modifican, como aquella por la cual los aparatos de las distintas siglas siguen siendo entes ajenos y cerrados para la gran mayoría. Esto acontecía antes y en la actualidad. Los partidos políticos tal como los conocemos, ¿serán capaces de resistir al transcurso del tiempo? No lo sabemos.
La velocidad de los acontecimientos genera vértigo, basta con repasar la última década política para observar la cantidad de cambios. Lo que sí está claro es que la política seguirá siendo necesaria, lo opuesto a la política es el neofascismo que amenaza precisamente a las democracias representativas. Una realidad que estaba olvidada durante la segunda mitad del siglo XX y comienzos de este, pero hay riesgos periódicos que aparecen y desaparecen y, de paso, nos recuerdan la importancia de contar con políticos aptos y partidos eficaces. Por algo será.
























Juan | Lunes, 27 de Noviembre de 2023 a las 08:24:16 horas
Apreciado Sr. Álvarez. La política de entonces era dictatorial y, por ende, oscurantista. Dice usted que (sic) "aquellas reglas (escritas o no) por las cuales el ritmo político era más pausado, las organizaciones eran más sólidas y la relación con los medios de comunicación estaban más definidas". Con 58 años que tengo he visto mucho, se lo aseguro. Aquellas reglas servían para mover hilos de corrupción, nepotismo, y por supuesto eran más sólidas ¡y tanto! Como alguien dijera algo fuera de las fronteras del partido era expulsado sin miramientos. Las relaciones con los medios de comunicación... ¿en serio? Verá usted, Sr. Álvarez, las relaciones con los medios de comunicación estaban compradas, al igual que hoy. ¿La diferencia? Que hoy sabemos que es así. La muestra la tenemos en la megacampaña orquestada para hundir a Podemos desde el minuto 1 de su constitución: audios, documentación falseada, y muy especialmente, voceros del bipartidismo amplificando a todo lo largo y ancho del país las infamias a sabiendas de que eran tales.
Menos mal que aquella forma de hacer política no ha pasado a la historia, para nuestra desgracia. Un político tiene que desvivirse por mejorar la vida de sus ciudadanos y no estar moviendo hilos tras el telón como ha sido uso y costumbre durante décadas. Aún quedan muchos a la vieja usanza, algunos que dicen pertenecer a dinastías políticas, por ejemplo, que añoran seguir esa senda de la manipulación, de la mentira, de alcanzar objetivos hundiendo a rivales... incluso a sus propios compañeros.
No Sr. Álvarez. Este país estaría mejor hoy si no hubiésemos tenido muchos dirigentes políticos que hoy abren la boca y da vergüenza escucharlos. Por supuesto, también los tenemos en la actualidad en el escenario político, indigentes intelectuales que solo saben medrar, que controlan y manipulan todo, el CGPJ, los medios de comunicación... e incluso las vidas de las personas, como hizo IDA con los 7291 ancianos que dejó morir en las residencias pero que la (in)justicia no la pondrá en el sitio que merece porque forma parte del establishment de la derecha y para la que los medios de comunicación se encargan de seguir con el mantra de que “el control de las residencias estaba en el gobierno central”. Insisto: la diferencia de ese ayer que usted añora con el de hoy en día es que gracias al ruido el ciudadano es conocedor de toda la podredumbre que se genera y cuya pestilencia es insoportable, la de antes y la de ahora.
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