Se les acabó el amor

En estos últimos tiempos estamos asistiendo a una sobreactuación a nivel general y en la política, en particular, de quienes están llamados sobre todo, a apaciguar los ánimos en una ciudadanía cada vez mas polarizada, mediatizada, con consignas a asaltar la calle. Una cosa es manifestarse contra una medida de un Gobierno, para lograr que la presión social modifique un decisión con la que no se está de acuerdo, y otra muy distinta, incendiar la calle deslegitimando el derecho mismo de ese gobierno a existir.

Escuchamos de nuestros representantes públicos, soflamas en contra del estado de derecho, llamando a la insurrección a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, con descalificaciones incendiarias, donde por la mañana el líder del principal partido de la oposición dice: “nadie nos va a arrebatar nuestros derechos, nuestra libertad, nuestra dignidad y nuestra igualdad”, cuando eso es una falacia, es una mentira, que a base de repetirla creen que se convertirá en verdad y no deja de ser una gran mentira, pero con ello cree que gana adeptos y es lo que buscan, el enfrentamiento entre iguales para crear desigualdad que es lo que han hecho en esos gobiernos de la derecha con la extrema derecha. Es mas, le han dejado la calle a estos últimos, creando un caldo de cultivo muy peligroso.

Como demócrata, creo en el estado de derecho, en las fortalezas de nuestro sistema de representación parlamentaria. Cuando el socialismo se abstuvo para que Mariano Rajoy pudiera ser presidente, en aquella sesión de investidura amarga, para quienes luchamos por la dignidad, la igualdad y el respeto a los derechos individuales y colectivos, lloramos en la intimidad. Asumimos el papel que nos tocaba jugar en ese momento, años después fueron incapaces de abstenerse para que fuera investido un presidente socialista que era el partido más votado pero insuficiente para gobernar y fuimos a una repetición electoral, no hay que olvidarlo.

Es comprensible que la polémica de una previsible ley de amnistía, para beneficiar sobre todo a los partidos independentistas catalanes, no sea compartida y que se puedan movilizar quienes se oponen a ella, estamos en un estado democrático y son las reglas de juego, lo que no es de recibo e inaceptable es esa llamada a la sublevación por parte del principal partido de la oposición, uno de sus líderes sentenciaba ante una turba incendiada “los que estamos aquí somos los que estamos en el lado correcto de la historia de España. El otro lado es el de la indignidad.

Esta separación entre españoles buenos y malos es endiablada, porque sus once millones de votos de españoles buenos los enfrenta a esos mas de 12 millones de españoles malos, esas descalificaciones incendiarias, se hacen en un momento de gravedad por las circunstancias que vive el país y tendrían que actuar con altura política. Aparcando, por ejemplo, el lenguaje guerra civilista, que en nada ayuda a serenar los ánimos. Todo lo contrario, da munición a quienes buscan ganar adeptos, por ello, hay que pedirles que pongan fin a esta campaña de ataques e insultos para ganar en la calle lo que no han logrado para conformar una mayoría parlamentaria, esas movilizaciones de odio son muy peligrosas, porque nunca saben cómo pueden acabar.

Me hubiese gustado saber donde estaban toda esa gente que se manifiesta ahora, en las manifestaciones pacíficas  en defensa de la sanidad pública, la educación, la dependencia, por un empleo digno, defendiendo el Estado de Bienestar junto al de Derecho. El líder del principal partido de la oposición será juzgado por la historia, por bailar al son que les impones los ultra ortodoxos de su partido, por la editoriales de medios afines, o por la judicatura conservadora que hace política en vez de actuar como tercer poder del Estado. Al partido popular se les murió el amor “la democracia, por tanto mal utilizarla.