Tres, dos, uno... Cámara ¡acción! Historia del cinematógrafo en la Ciudad de Telde y su comarca. (Versión corregida y aumentada. Segunda entrega).
Tras todo esto, comienza otra etapa del cinematógrafo marcada por la censura y el hipócrita recato. Antes de ir al cine había que pasar por la puerta de la iglesia, y ahí, a un lado, colocado en una hornacina de madera y cristal, estaban las calificaciones; películas del uno, para todos los públicos; películas del dos, para mayores; películas del tres, altamente perjudiciales para la moral cristiana; y películas del tres, con R o de reparo, que su visión no sería admitida en ningún confesionario. Tal fue el caso del célebre film Gilda, en donde un acalorado Glenn Ford lanza una estrepitosa bofetada sobre la cara de una provocadora Rita Hayworth.
También fue la época del omnipresente NO-DO, noticieros y documentales cinematográficos, creado, mediante una disposición de la Vicesecretaría de la Educación Popular de 17 de diciembre de 1942, cuando era su titular Gabriel Arias Salgado. El noticiero nº 1 se estrena el 4 de enero de 1943, siendo sus primeras imágenes dedicadas al Jefe del Estado: General Francisco Franco Bahamonde, en el Palacio del Pardo. La exhibición de dicho noticiero era obligada en todos los cines del territorio nacional, y debía realizarse después de las propagandas y antes de cada película. Tuvo una producción de 1966 números, con dos ediciones semanales, A y B, a partir del nº 20. Entre 1960 y 1967 llegó a funcionar una tercera edición C. Después del año 1968, el noticiero pasó a llamarse Revista Cinematográfica Española, desapareciendo como organismo autónomo en mayo de 1981. La sintonía con que abría su serie de reportajes fue compuesta por el músico salmantino don Manuel Parada de La Puente (1911-1973). ¡Cuántos pantanos! ¡Cuántos regadíos! ¡Cuántas nuevas autopistas! ¡Cuántos Planes de Desarrollo! Y siempre el Caudillo inaugurando.
En todas las esquinas y principales frontis de los edificios que daban a la popular plaza de Los Llanos, y, en menor grado, en San Juan, existían anuncios en forma de carteles de las películas que en ese momento se estaban proyectando y, también, otros dedicados a los próximos estrenos. Entre el cafetín de Calderín y la librería de don Blas Guedes Santos, en la estación de los coches de hora de Melián y Cía, en la esquina de la tienda de don Antonio Espino y de los Hermanos Pérez Blanco, además de la tienda de ultramarinos de don José Falcón, se distribuyeron un porta carteles de madera con cubierta de cristal o tela metálica. Hasta allí íbamos a enterarnos del día a día del cinematógrafo en Telde. Los muy mayores recordarán el primer expositor de carteles con luminaria, que colgaba en un alto poste delante de la plaza.
Otro de los primeros cinematógrafos instalados en nuestra ciudad, y, concretamente, en la calle Roque, número 4, del populoso y mercantil barrio de Los Llanos de San Gregorio, fue el tan visitado como ahora recordado Cine Cervantes, que, en sus últimos días, vio cómo era sustituido por una flamante sala de fiestas o discoteca.
Ahora el relato ya no va a ser de oídas, ni siquiera tendremos que recurrir a los periódicos y demás rotativos, pues desde 1960 o 61 fuimos testigos de su andar vertiginoso hacia la nada. Su primer propietario fue don Sebastián Moreno Afonso, que, luego, lo traspasó al señor Marrero, para, después, estar en manos de una sociedad formada por don Lucas Suárez Santana, don Miguel Peñate Suárez, don Diego Silva Ruiz y don Francisco Jerónimo Hernández Santana, cada uno partícipe con un 25% del capital.
El cine se abrió coincidiendo con el cuarto centenario del nacimiento del gran novelista español Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 7 de octubre de 1547), en la antigua sede de un almacén distribuidor de guanos y demás productos para el campo. Como hecho histórico, debo recordar que, durante la dictadura del general Primo de Rivera, a un mozalbete de buena familia, de reconocido prestigio como fieles católicos, lo colocaron discretamente en la gran puerta de entrada, vigilando durante unas horas de la tarde, por si venía algún guardia urbano o civil que impidiera la fundación del Partido Comunista en Telde, que tenía lugar, en esos precisos instantes, tras una “tonga” o apilamiento de los anteriormente mentados fertilizantes. Un silbido, emitido con disimulo, sería suficiente como señal de alerta (7).
El espacio era amplio, con capacidad para unos 480 espectadores, tal vez más ancho que profundo, pero esto no importaba, como tampoco fueron impedimento las numerosas columnas que lo poblaban. A quien le tocara una butaca tras alguna de ellas, pues ya se sabía: “A sacar el cuello”. Dos niveles en la parte central eran ocupados por los asientos, que también hacían acto de presencia a ambos lados. Con el tiempo, las maderas rechinaban cada vez más, y era superior el número de las que faltaban que las que estaban completas. Para agrandar el aforo, se situaban estratégicamente filas con sillas de tijeras, que, al ser manifiestamente ilegales por estar colocadas en los lugares de acceso, no podían ser abiertas hasta comenzar las funciones. Éstas eran a las 19.00 y a las 22.00 horas los días laborables, y a las 15.00, 17.00, 19.00 y 21.00 horas los días festivos y los domingos. Los miércoles se daba cabida a una vieja tradición del cinematógrafo local, la llamada “Fémina”, que consistía, en un principio, en permitir la entrada a las niñas, señoritas y señoras sin abono alguno por asistir a la proyección de tres películas de forma sucesiva. Algo más tarde, se trocó la costumbre rebajando los precios, pero haciendo éstos comunes al público en general. Tal “hartera” cinematográfica se digería a base de mucho “cachondeo”, con silbidos, pataletas, lanzamiento de objetos varios y agua, etc. La primera película que se proyectaba en una sesión fémina era siempre cómica, desde los holliwoodenses Gordo y el Flaco hasta el mexicano Cantinflas, pasando por las consabidas cintas de Pepe Isbert, José Luis López Vázquez, Rafaela Aparicio, Lina Morgan, la inmortal Sor Citroën de Gracita Morales, y, ya, en la “época del destape”, Esteso y Pajares, Susana Estrada, etc. El segundo pase siempre era ocupado por romanos y cartagineses, griegos y troyanos, el lejano oeste, aunque, también, alguna vida de santo, como Molocay, Seguiré tus pasos, Fray Martín de Porres, Marcelino, pan y vino, etc. Y, para finalizar, el tercero lo ocupaba el terror de manos de Drácula, Los muertos vivientes, o si no, el cine negro americano o alguna película de acción, desde Casablanca a La dama del lago, pasando por Voces de muerte, Galiostro o las siempre recomendadas obras de Alfred Hitchcock: Rebeca, protagonizada por Jane Fontaine y Laurence Oliver, Los pájaros con Tippi Heddren y Rod Taylor. Muchos años antes se pudo ver Baile en el castillo, Llovida del cielo, Si yo fuera rey, Fortunato, Falso culpable, Las mil y una noches, primera película protagonizada por la artista canaria María Montez, Andrés Harvey, millonario, La canción de los barrios, La noche del 16 de enero, Altar Mayor, Fruto Dorado, Castañuelas, El difunto protesta, Sin novedad en el alcázar, con Rafael Calvo y María Denis, etc.
Con los años y, tras una frenética actividad, a lo largo de las dos décadas posteriores, años cincuenta y sesenta, la sala de proyección se fue deteriorando hasta límites preocupantes y, a mitad de los setenta, hubo que acometer una profunda remodelación y reforma, que permitió una adecuación a los nuevos tiempos y usos y atrajo por unos años a una clientela que miraba el local con la añoranza que da el ser testigo de amores y diversiones. Cerró sus puertas definitivamente en 1979, después de treinta y dos años de proyecciones diarias, sin más paréntesis que los ocasionados por alguna reforma o las accidentadas jornadas en que la lluvia y las posteriores goteras lo hacían intransitable. Pero, tras él, dejó, entre otras glorias, el haber sido el primer local donde se disfrutó de cine sonoro, cuestión ésta nada baladí, toda vez que supuso una verdadera revolución en el mercado cinematográfico.
Otro de los cines con mayor prestigio dentro y fuera de esta ciudad fue el famoso Cinema Telde, al que le cupo la gloria de ser elegido, entre otras salas insulares, para el estreno mundial de la película Tirma, rodada en Gran Canaria, con la participación estelar de Marcelo Mastroiani y la Pampanini. Situado en la antigua calle del Abrevadero s/n, trocada, tras la Guerra Civil, en General Mola nº 8 y hoy, flamante Avenida de la Constitución nº 46. Según datos ofrecidos por don Sergio Villegas Sánchez, hijo de quien fuera su primer propietario, don Antonio Villegas Alejandro, la sala contaba con un aforo de quinientos espectadores. Diferenciaba a este cine, de los por entonces al uso, de contar con un espléndido patio ajardinado, que permitía el solaz en los minutos de descanso, entre la primera parte y la segunda del film visualizado. Aquí, como en otros cines teldenses, eran famosos los garrapiñados, realizados a base de mucho azúcar y maníes o cacahuetes, según el habla actual, también las almendras recibían parecido tratamiento, pero éstas en bolsitas de papel transparente; las llamadas manzanas lustradas, a base de una finísima capa de caramelo rojo, hacían las delicias de los más pequeños. En la estantería lucían los envases del Baya-baya, el Drope, el Clipper, en su versión de naranja y también de fresa, el Nick, el Agua de Sifón, la de San Roque, conocida por los teldenses como “de la Fuente Agria”, la ferruminosa de los berrazales de Agaete, con sus envases siempre amarillos, la burbujeante Firgas y, algunas pocas veces, la de Teror. También se vendían chicles, los célebres Bazoka, aquellos que se cortaban de una larga barra y cuya propaganda afirmaba: “¡Bazoka, el chicle que con una sola peseta te llenas la boca!”. Los grandes boliches que, tras dos vueltas en la boca, no importando el color que tuvieran originariamente, quedaban irremediablemente blancos, y si los alojabas por algún tiempo bajo el cachete, la piel circundante se quedaba como un papel de lija; o las llamadas pastillas de menta fuerte, con su inmaculado blanco, que, según tuvieras el día, podían hacerte hasta llorar. Aunque, por entonces, la estrella de las golosinas eran los sobres de sal de frutas, con sus sabores ácidos y sus burbujeantes composiciones. Todo ello forma ya parte inseparable de nuestra memoria.
La primera máquina proyectora con que contó este cine fue una Gaumont, de origen francés, que, más tarde, sería sustituida por una Supersond, de fabricación española, como correspondía en una etapa seriamente marcada por la autarquía más atroz de la posguerra. Ya en los últimos momentos se proyectaba en un ingenio polaco, Varimex, que extraía de los pesados rollos sus mejores calidades.
El Cinema Telde comenzó a funcionar como tal en 1944 gracias a la ilusión y al empeño que puso en ello don Antonio Villegas Alejandro, quien permaneció al frente de esta empresa familiar hasta su muerte en el año 1959. Después sería su esposa, doña Felisa Sánchez Suárez, quien se hace cargo de la misma. Lucha denodadamente por mantener el prestigio alcanzado en los años pretéritos. No sólo consigue doña Felisa lo inicialmente propuesto, sino que convierte al Cinema Telde en un referente para todos los cines teldenses y grancanarios. Es verdad que, para ello, contó siempre con su familia, que la ayudó sobremanera.
La decoración de todo el local estuvo a cargo del afamado artista José Arencibia Gil, quien trabajara en el lugar, queriendo darle un aire vanguardista. Estaba acondicionado para su doble función de cine y teatro, así, entre otros, actuaron aquí el, por entonces, célebre Antonio Molina, la compañía de Pepita Serrador y Narciso Ibáñez Menta, quienes traían a su hijo, Chicho Ibáñez Serrador. Aquí trabajó en sus primeros momentos el cantante teldense José Vélez, como también lo hizo Chano Ramírez, Solita Ojeda, la conocida Mari Sánchez y los Bandamas, así como el entrañable José Castellano, en su papel de Pepito Monagas y libreto de Pancho Guerra.
El que esto escribe no puede obviar los días jubilares en los que celebrábamos a Santo Tomás de Aquino y el Día del Director del Colegio Labor, el eximio y siempre recordado don Alejandro Dávila León. La sala de nuestro Cinema Telde se convertía en el aula magna de la juventud tíldense, y, tras una moralizante película, atracciones varias en donde no faltaban los juegos malabares y algún que otro mago con chistera y capa incluidas. Como tampoco puedo olvidar la imagen de los vendedores de Helados Cazorla, que acarreaban desde el parque Franchy Roca (León y Joven) su pesada carga en unos carritos color vainilla. Entre ellos Nicolasito Velázquez, progenitor de nuestro paisano José Vélez, hombre lleno de bondad y generosidad, que un buen día nos dejó ya que su pecho no pudo aguantar la grandeza de su corazón. La primera película que se proyectó en este cine fue la policíaca Crimen en el expreso, que sorprendió a propios y extraños, no sólo por la trascendencia del film, sino por la magnífica acústica del lugar.
Muy propia de este cine era la decoración de toda su fachada principal con grandes paneles que reproducían títulos y escenas de las películas proyectadas o de próximo estreno. Las tizas y ceras de colores realizaban la magia de convertir los sueños en realidad palpable. Los niños acudíamos presurosos a ver colocar los grandes carteles, que tenían la peculiaridad, para nosotros sorprendente, de poder comprobar cómo los ojos de los actores allí plasmados nos seguían con la vista en todo nuestro recorrido, ya estuviéramos a la derecha, a la izquierda o frente al personaje. ¡Alarde de destreza de un artista, la mayor parte de las veces anónimo!
Otras superproducciones ocuparon la pantalla en sus muchos años de atracción pública. En technicolor pudimos ver Más allá del Missouri con Clark Gable, Ricardo Montalbán, John Hodiak y María Elena Marqués; Viva Zapata, con el insuperable Marlon Brando; La ciudad de los muchachos, con Spencer Tracy y un jovencillo llamado Mikey Rooney; Veracruz, con Gary Cooper y Burt Lancaster; Horizontes lejanos, con James Stewart, Arthur Kennedy, Julia Adams y Rock Hudson, dirigidos todos ellos por Anthony Mann, el marido holliwoodiense de nuestra Sarita Montiel; Los hermanos Marx en el Oeste, Fort Bravo, El tesoro de Tarzán, El temible Robin Hood, Julio César, Sansón y Dalila, La gata sobre el tejado de cinc, de Elizabeth Taylor, Un rayo de luz, Marisol rumbo a Río, y otras tantas de la niña prodigio Pepa Flores; el célebre actor mexicano Mario Moreno “Cantinflas” nos hizo reír hasta la saciedad con toda su filmografía. El viernes 14 de septiembre de 1945 se anunciaba el grandioso estreno de la divertida película cómica Detective genial y el próximo estreno de Crimen a medianoche. El miércoles 15 de enero de 1945, a las 19.00 y a las 21.45 horas, A los pies de usted, producción cómica española. El jueves día 19 de octubre de 1950, inauguración oficial de la temporada 50-51, se estrenó De mujer a mujer, del director Luis Lucía, con Ana Mariscal y Amparito Ribelles, con la actuación estelar de Eduardo Fajardo. Y así hasta cumplimentar un larguísimo etcétera. Si al principio algo menos de una peseta era el coste de la entrada, en 1985, cuando faltaban sólo tres años para su cierre definitivo, el boleto subió a 350. Esto, unido a la recién inaugurada moda de los videoclubes y otras competencias desleales, hizo que la empresa se replanteara concluir con su larga carrera de ofertas culturales y de ocio, cerrando en 1988 para, algo más tarde, ser vendido su solar con el fin de establecer en él una sede bancaria.
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