
Esta semana la Filmoteca Canaria se ha apuntado un tanto, con motivo del Día Mundial del Patrimonio Audiovisual, al emitir el documental ‘Aparceros’ (1972) en el Teatro Guiniguada (Las Palmas de Gran Canaria) y en el museo de la Zafra (Santa Lucía de Tirajana), hoy hará lo propio en el espacio La Granja (Santa Cruz de Tenerife). Ha rescatado una obra que fue censurada por la dictadura y que nos teletransporta al sur de Gran Canaria donde convivieron los tomateros y las cuarterías con el incipiente turismo del tardofranquismo. Las imágenes de contraste que contiene a tenor de dos universos ajenos pero unidos en el territorio, arrojan el retraso socioeconómico de Canarias y del campo isleño entonces.
El documental es fruto de una productora vasca (tuvieron que ser vascos…) que alberga una mirada social y una sensibilidad hacia los que no tienen de todo, que golpea la conciencia del pueblo canario en cuanto que esa realidad que persistió hasta prácticamente el otro día (en condiciones de semiesclavitud, propia del feudalismo) ha sido borrada en el pálpito de la nuevas generaciones untadas por la prosperidad y la sociedad de consumo, por eso la importancia de recordar de dónde venimos.
La dirección es de Jesús Almendros y la fotografía de Ramón Saldías. Al documental en sí se le ha sumado una pieza sobre cómo se hizo y, atención, una manifestación en Las Palmas de Gran Canaria a comienzos de los años ochenta. Esta última es un tesoro.
La marcha de los aparceros subiendo la calle San Bernardo con dirección al palacete donde estaba el Gobierno preautonómico canario, y una vez consistido el mismo, recuerda al inicio de la película ‘Novecento’ (1976) dirigida por Bernardo Bertolucci donde se visualiza el cuadro ‘El cuarto estado’ de Giuseppe Pellizza da Volpedo. Esas imágenes de los aparceros junto a sus familias contienen una fuerza y emoción tremendas. Los desposeídos se trasladan desde el sureste de la isla hasta la capital, a un cosmos que no es el suyo cotidiano, en el que no se tendrían que sentir cómodos, para hacer valer sus derechos avalados por la dignidad de los que demandan justicia.
Lo que hoy es Telde, Ingenio, Agüimes, Santa Lucía de Tirajana, San Bartolomé de Tirajana y Mogán, sin olvidar La Aldea de San Nicolás, no se puede entender sin los precedentes de la aparcería y el tomate. Las familias se trasladaban desde toda la isla al sur durante meses para volcarse en los tomateros. Cuando desembarcó el bikini, las jaranas nocturnas con sangrías y los chonis disfrutando de las hamacas, muy próximo a ellos continuaba otra realidad social silenciada: la de la pobreza del pueblo canario olvidado y sacrificado para asegurar las ganancias de los intermediarios y un puñado de familias de rancio abolengo. Memoria isleña.
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