
Justo el pasado verano en Madrid una trabajadora de una centralita telefónica falleció de muerte natural en medio de la oficina, y lo jefes decidieron al calor de la consternación colectiva que se siguiese trabajando mientras el cadáver estaba a la vista de todos. Nadie lo entendió. Ni tampoco era una decisión inteligente desde la visión empresarial. ¿Tan urgentes eran esas llamadas comerciales?
El martes por la noche un operario de Naviera Armas murió por accidente laboral mientras realizaba operaciones de carga en el buque ‘Volcán de Tamadaba’, atracado en la terminal Nelson Mandela del puerto de Las Palmas de Gran Canaria. Ocurrió otro tanto a lo de Madrid. Los demás trabajadores, ningún superior dijo que parasen, siguieron con sus labores como si no pasara nada. El ‘shock’ quedó agravado, con razón, por la tristeza de las circunstancias. El barco no salió en hora, pero el retraso fue poca cosa, la impresión de rutina y normalidad pretendida por la empresa se impuso. Luego, en frío, en ese momento que aún no ha llegado, las compañeras y compañeros del fallecido pensarán que para Naviera Armas no valen nada. Que son un número.
Uno de los episodios más dramáticos y peliagudos en la trayectoria de una empresa es cuando se produce una muerte de un trabajador por accidente laboral. Hasta el punto en el que hay patronos que están dispuestos a falsificar firmas, horarios o lo que se tercie con tal de engañar y distorsionar la realidad a ojos de la Inspección de Trabajo. Así de rudo, así de inhumano.
Naviera Armas es una marca fundamental en la economía canaria. La conexión entre islas, como hace Binter, le otorga una posición privilegiada. Incluso, el trance financiero (elevada deuda) que sobrevuela a Naviera Armas es seguido con atención. A nadie le gustaría que desapareciera. Y al ser una empresa estratégica para la economía isleña, tiene todas las cartas para que siga operando en el mercado. Un rol que, por otra parte, les correspondería a los políticos pancanarios defender en Madrid.
Con todo, la pregunta es si esta desgracia pudo haberse evitado. Y, a la espera de la investigación, seguramente sí. Incidir en la prevención de riesgos laborales es un esfuerzo que no termina nunca. Máxime, en un sector portuario donde los riesgos en la carga y descarga son patentes. Nadie debería morir por ejercer su desempeño profesional. Pero queda ahora la incomprensión de cómo se ordenó (porque tuvo que ser una orden) que todo el mundo trabajase en el ‘Volcán de Tamadaba’ mientras yacía el cadáver. El barco zarpó, el compañero quedó atrás y sin vida.

























Juan santana | Viernes, 06 de Octubre de 2023 a las 10:10:42 horas
Primero que nada mi mas sentido pesame a la familia.segundo que naviera armas a cambiado mucho si vas a cojer un barco para lanzarote igual te dicen que no ahí billetes porque an cambiado los buques y o son mas pequeños o hacen lo que les da la gana deberia haber mas competencia así no lo pagariamos los viajeros.tercero es de muy mal gusto que con el cadaver allí se siga trabajando... **** ro también ahí que entender que de que llegue ese barco a su destino dependen muchas empresas personas y demás.
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