
Suele decirse lo mucho que se ha avanzado en igualdad en los últimos años, y es así, pero también es verdad que viendo la reacción de los mandamases del futbol en España, con Rubiales a la cabeza, es suficiente para percatarse que aún falta mucho (y no es un decir) para lograr la igualdad formal y material en nuestra sociedad. El feminismo es democratizador. Expandiendo el feminismo, ganamos todo, y se ensanchan los derechos en democracia. De ahí, su potencia e igualmente el miedo que en algunos provoca.
A cuenta de la selección de fútbol, campeona del mundo, nada más y nada menos, se ha destapado lo que intuíamos pero que no se había plasmado todavía de manera tan fehaciente: el machismo estructural pervive y justo en universos como el del fútbol, untados de dinero y poder, ese machismo se multiplica y se torna agresivo en su reacción. De repente, las campañas institucionales se antojan insuficientes (por necesarias que sean) y nos concienciamos que hay que dar un impulso desde la Administración y la sociedad civil para defenestrar el machismo donde haga falta.
Es en el fútbol donde se mezcla el machismo estructural y la podredumbre de un negocio desmadrado hace tiempo que escapa de los controles públicos. La forma de dirigirse Rubiales a la asamblea, tanto las formas como las palabras empleadas, manifiesta cómo de libre se ha sentido para hacer y deshacer catapultado por los millones que mueve el fútbol.
Con todo, si acumulamos víctimas de violencia de género (vidas arrebatadas año tras año, familias rotas) cómo íbamos a pensar que debajo de esto no hay una pirámide diaria de micromachismos y machismo estructural. Cuando se mata, antes ha habido una espiral individual y colectiva donde reina ese machismo maldito que se propaga como un virus y que no está dispuesto a renunciar a sus parcelas de poder.
Aprovechemos el impulso general capitaneado por las jugadoras de fútbol para dar otro paso más decisivo en la defenestración del machismo. La ilusión y esperanza que la selección ha generado espolea los mejores deseos y empodera a las mujeres. Un empoderamiento tan oportuno, tan necesario, cuya llama tenemos que mantener viva. Si ganamos el espacio directivo del fútbol donde se toman decisiones importantes, supone un gran triunfo para dar ejemplo al resto. Rubiales y sus correligionarios que aún le defienden, por acción u omisión, merecen la repulsa más contundente. Son pocos. Están abonados a lo retrógrado porque así mantienen sus privilegios. El feminismo nos hace mejores personas. Y es una causa vivamente justa, imprescindible. El feminismo fortalece la democracia. Cerremos filas en la sociedad. Que el deporte sirva para activar esta denuncia tan precisa como urgente.
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