
Corría aquel principio de los años ochenta cuando una jovencita de diecisiete años comenzaba su primer trabajo de verano, antes de irse de la isla para empezar sus estudios en la Universidad de Ciencias de la información en la Complutense de Madrid. Era lo que procedía, si eras pobre y tenías que estudiar fuera: trabajar en verano para sumar un poco de dinero a la economía familiar.
Camarera de piso fue su primera experiencia en el terreno laboral y jamás lo olvidaría. Después de aquello, trabajó en múltiples tareas, desde camarera, cartera, recepcionista, educadora de menores y un sinfín de trabajos más antes de aprobar las oposiciones del sistema educativo canario.
Sin embargo, siempre se acordará, como uno de esos recuerdos indelebles y profundos, de aquel verano cuando trabajó de camarera de piso en un hotel de Lanzarote. Recuerda la carga inmensa de trabajo, veinte o más habitaciones por día, la presión de la gobernanta sobre ella para que fuese más rápida, el agotamiento con el que llegaba a la casa, las lágrimas de impotencia porque no se cumplía el horario ni una normativa mínima, no se salía si el trabajo estaba inacabado, porque llegaba tarde y perdía la guagua. Recuerda el uniforme que le quedaba grande, estaba muy delgada del esfuerzo, recuerda a las compañeras con las que no podía intercambiar unas palabras porque corrían siempre extenuadas de una habitación a otra. Éramos hormiguitas trabajadoras, que soportábamos el peso d una masa ingente de turistas que arribaban a las islas, el engranaje necesario e invisible que sostenía el turismo. Y aun así nadie las veía.
Ha corrido mucho de aquello, ya las trabajadoras se han unido formando un colectivo, “las kellys” pero, me temo que poco se ha hecho para mejorar sus condiciones laborales, pues la mayoría de los hoteles han externalizado este servicio y utilizan empresas subcontratadas, como ADECO, para que las contrate. La externalización: una fórmula perfecta para que la empresa no asuma la responsabilidad y que los trabajadores hagan más por menos dinero.
Hace unos días murió una mujer de 46 años, camarera de piso en Adeje, Tenerife, supuestamente por un ataque cardiaco. Ha tenido que suceder, que una mujer haya caído exhausta en su puesto de trabajo, para que el sindicato CCOO haya denunciado las excesivas cargas de trabajo y los ritmos inasumibles que sufren estas mujeres.
Lo vergonzoso de todo esto es que la patronal turística se queje constantemente en los medios informativos de que no hay trabajadoras para sus hoteles y que se vean obligados a contratar a personal extranjero. Alguien, sindicatos, políticos o gente de bien, como decía Feijoo, debería decirles a estos empresarios que trabajadoras hay, lo que no hay es esclavos, ni personas dispuestas a dejarse la vida trabajando. Si el empresario hotelero les hiciese contratos directos y fijos en lugar de externalizar y aprovecharse de la necesidad ajena, seguramente otro gallo les cantaría.
Según un informe realizado por este mismo sindicato hace un par de años, las que limpian los hoteles un 95,5% sufren síntomas clínicos de ansiedad, el 74% tiene problemas de concentración y el 82% falta de energía, el 70% afirma tener entre cuatro y siete zonas con dolor muscular y el 71,5% consume fármacos para los dolores musculares.
Este mismo sindicato confirman que, actualmente, la media de habitaciones que realizan estás mujeres al día, porque son todas mujeres, va de 20 a 25. Nada ha cambiado desde que aquella joven a principios de los ochenta hiciera lo mismo. Lo sé porque esa camarera de piso extenuada era yo.
Luis Socorro | Domingo, 27 de Agosto de 2023 a las 13:39:03 horas
Además de muy escrito, comparto su contenido. Magnífico artículo, profesora
Accede para votar (0) (0) Accede para responder