
Muy buena elección el 26 y 27 de septiembre para celebrar la sesión de investidura. Así se calma el proceso. Además, Alberto Núñez Feijóo no podrá quejarse de que no dispone de tiempo suficiente. Por el contrario, tiene un mes para llevar a cabo las negociaciones que estime oportunas. Aunque tiene las puertas cerradas, salvo la de Vox, CC y UPN. Nadie más quiere pactar con el PP. Ni siquiera el PNV. Es lo que tiene que los populares estén hipotecados al neofascismo, al neoespañolismo mesetario que lo aleja de la plurinacionalidad.
Francina Armengol ha acertado. Feijóo no puede replicar. Quería espacio temporal, pues tiene todo el que desea. Eso sí, como no logre ser investido (opción más probable) la quema política que sufrirá el gallego será aún mayor. De aquí a un mes tiene el PP muy difícil mantener viva las expectativas, se irán apagando con la vuelta a la rutina en septiembre.
Así las cosas, todo apunta a lo ya escrito en esta columna: el Gobierno se conformará para Navidad, que sería (lo más probable) una coalición de izquierdas; ya la segunda liderada por Pedro Sánchez. Y si hubiese elecciones generales, que no las habrá, habría que situarse para comienzos de 2024. Pero Carles Puigdemont no querrá renunciar a esta ocasión de oro para él, su partido y para Cataluña.
Esta debe ser la legislatura para abordar la plurinacionalidad, rebuscar un encaje para Cataluña dentro del modelo territorial, cada vez más asimétrico porque España es así, no es una nación centralizada al estilo francés. Mientras, Feijóo seguirá atado a la recentralización y el franquismo sociológico de Vox. El recorrido que entonces le espera al PP a medio plazo es cada vez más irrelevante. Feijóo ha blanqueado a la extrema derecha y agradece contar con sus apoyos. La ciudadanía toma nota.
El propio PNV le recomendó a Felipe VI que no tuviese prisas en nombrar a aquel que tuviera que someterse a la sesión de investidura. El rey no hizo caso al PNV y el escogido se ha sabido pronto. Pero toca pausar la política, dar rienda suelta a la calma. Tomar aire. Oxigenar el debate. Armengol lo ha hecho. El PNV sabe de lo que habla porque el próximo año tendrá que afrontar elecciones vascas, y EH Bildu le pisa los talones. Razón de más por la cual el PNV no puede pactar ahora con el PP. De hacerlo, tiraría la toalla en su tierra y EH Bildu le arrebataría el liderazgo. Esta pugna en Euskadi, cómo finalice, es relevante en Madrid. La imagen clásica del PNV ya no le reporta a este partido los réditos de antes, EH Bildu juega sus propias cartas y está creciendo. Ninguna de las dos formaciones, más las catalanas, querrán entenderse con Feijóo.























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