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Opinión/Primera Plana

Lobo y aquel periodismo

Columna de Rafael Álvarez Gil

RAFAEL ÁLVAREZ Viernes, 04 de Agosto de 2023 Tiempo de lectura: Actualizada Viernes, 04 de Agosto de 2023 a las 07:11:30 horas

El fallecimiento de Ramón Lobo nos retrotrae a un periodismo en peligro de extinción. Lobo fue un corresponsal de guerra de los de antes y, por tanto, respondía al modelo de periodismo vigente hasta que la crisis de 2008, la digitalización y la irrupción imparable de las redes sociales finiquitasen el rol de mediación de los periódicos. Enviaba a la Redacción sus crónicas elaboradas a pie de terreno con el esmero de aquellas otras que hace un siglo remitían aquellos corresponsales de guerra, cuando estos viajaban en tren en primera clase, a las respectivas cabeceras, y estas aguardaban con inquietud por el trabajo para poner en marcha la rotativa.

 

Ramón Lobo fue de los que salieron del ‘El País’ con el ERE de 2012. Aquel ERE fue un punto de inflexión en el Grupo Prisa pues venía a asumir que venían mal dadas desde entonces para el universo mediático. Se hablaba entonces de responder la plantilla con una huelga de firmas (porque el periodista vale lo que vale su firma) y nada pudo hacerse frente a la realidad de los números para evitar los recortes. Pero una cosa caracterizó a Lobo: la elegancia con la que aceptó su salida y la gratitud que siempre le guardó al Grupo Prisa desde que estuvo fuera, a diferencia de otras voces que entraron en una espiral de crítica con la empresa.

 

El problema hoy de los periódicos es la escasez editorial. Adoptan formas llanas en aras de (intentar) no molestar a nadie y, por el contrario, esto supone su fin antes o después. Un diario no es una agencia de noticias. Una cabecera vale lo que atesora editorialmente y, por ende, su carga intelectual. Si algo distingue a los periódicos (a aquellos periódicos) es, a fin de cuentas, las viñetas, las crónicas, las columnas… La prensa en sí no es negocio sino que lo es su visión editorial de la sociedad que trata de armonizar bajo su enfoque ideológico.

 

Por último, la vida de Lobo discurría en las redes sociales y se le escuchaba en la radio en los años anteriores a la enfermedad que ha acabado con su vida. Como lector cito tres de sus libros a modo de homenaje: ‘Todos náufragos’ (Ediciones B, 2015), ‘Cuadernos de Kabul’ (RBA, 2010) y ‘Las ciudades evanescentes’ (Península, 2020). La mejor forma de recordarle será la de los nuevos lectores que se acerquen a sus obras editadas y que seguirán a la venta en las librerías. Y sí, el aroma que desprende su partida es la de aquel periodismo que en la actualidad mece entre la incertidumbre y unas Redacciones cada vez más enflaquecidas. Quedémonos con las oportunidades de la digitalización y que hoy los lectores pueden ser universales; no hay límites. Me atrevo a decir que a Lobo, con otra edad, también le hubiese gustado vivirlo.

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