
No debe ser plato de buen gusto dejar la Xunta de Galicia (ahora justo hace poco más de un año de ello) para dar un salto a Madrid y verte en tierra de nadie. Alberto Nuñéz Feijóo tenía todo atado y bien atado en tierras gallegas. Acumuló un poder inmenso (2009-2022). Y en el presente siente la amarga victoria que no le sirve de nada. Además, llegó a la capital del reino con el aroma de barón territorial aupado por los poderes fácticos para asentar una victoria que se daba por hecha, amén de encuestas periódicas. Pero la política es así: a veces ganas y otras pierdes. Y de ser presidenciable pasa a ser cuestionado ya dentro del PP por algunas (léase Esperanza Aguirre) que desean que Isabel Díaz Ayuso adquiera el bastón de mando en el cuartel general de Génova. Para todo esto no se hizo el destronamiento en la plaza pública de Pablo Casado. La operación del centroderecha ha sido un fiasco rotundo.
Ayer la carta que Feijóo le envió a Pedro Sánchez, bien redactada, respetuosa, denota frustración. Especialmente en el último párrafo cuando hace alusión a la “alternancia política”; como si aún estuviésemos viviendo en el esplendor del bipartidismo dinástico y sistémico que han protagonizado el PP y el PSOE durante décadas. Ese mundo de ayer se esfumó.
Cuando algunos actores se sumaron a la ola de la campaña electoral del PP, pensaron que estábamos en 1996 o 2011. Esto es, años en los que José María Aznar y Mariano Rajoy alcanzaban La Moncloa para dar inicio a ciclos más o menos largos del PP en el poder. Esa lógica neoturnista se acabó en 2015 y supone, desde entonces, una clave fundamental para entender la crisis sistémica de la Segunda Restauración borbónica que ya comenzamos a tener que afrontar irremediablemente.
Por otro lado, el sistema constitucional de 1978 responde a una democracia parlamentaria y no presidencialista. Ser el más votado, por tanto, no significa que vayas a gobernar; gobierna aquel que logre concitar más apoyos en el Congreso de los Diputados. Así las cosas, cuando Feijóo apunta a que debe ser presidente el más votado, no hace mención a que el PP no lo ha respetado ni en Canarias ni en Extremadura donde venció el PSOE.
Hoy Feijóo le aseguraría al PSOE gobernar Canarias y Extremadura. Y Ángel Víctor Torres sería presidente. Manuel Domínguez hará lo que Feijóo le mande. En fin, que esta misiva a Fernando Clavijo no le ha gustado nada y es una señal más de los tiempos inciertos que sobrevienen. Con estos gestos del PP en Madrid, a Clavijo le entran ganas de nombrar a Torres vicepresidente. El poder hoy por hoy en las islas está sujeto a los acontecimientos en la meseta y la evidencia de un PP aislado que está hipotecado al neofascismo y que paga la factura de negar la plurinacionalidad. Menudo dilema deben tener en la sede de Génova.
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