Encuestas que fallan

La velocidad a la que va la política es de vértigo. Y, por tanto, el ritmo de encuestas es igual o superior. Algunas son mejores y otras peores, como en todo. Pero no estábamos acostumbrados a este paso frenético de sondeos casi a diario. Son los nuevos tiempos. Y en la legislatura que acabó destacaron las críticas al presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), José Félix Tezanos, y el encumbramiento mediático del jefe de GAD3, Narciso Michavila.

El CIS ha fallado en diversos pronósticos. Pero también lo ha hecho, y claramente, GAD3 este pasado domingo. Michavila había acertado de plano el mismo día del recuento de los últimos comicios andaluces al otorgar una rotunda mayoría absoluta al PP en el sur peninsular. Hasta los medios de comunicación más afines a los populares desconfiaron aquella tarde. Pero Michavila lo clavó.

Ahora bien, tras el 23J la tendencia de defenestración de la labor de Tezanos, cuando menos, queda detenida. Michavila ha admitido la equivocación sobre su proyección en torno al 23J, y es bienvenido. Con todo, a nivel demoscópico lo peor es que en la sociedad queda la sensación de que no hay manera de fiarse de las encuestas. Al final, fue la confeccionada por 40dB (Belén Barreiro) para el ‘El País’ y la Cadena Ser (Grupo Prisa) la que más se acercó al desenlace.

Quizá la situación que le toca lidiar ahora a Michavila es ardua por la sencilla razón de que fue catapultado como avanzadilla de los medios de comunicación cuya línea editorial es conservadora o liberal. Esto es, en la medida que las declaraciones del jefe de GAD3, queriéndolo o no, fueron munición recurrente de la derecha mediática en el último periodo, el reconocer ahora el fallo Michavila (que es un gesto sano y elegante por su parte) no se entiende como esto (que sería lo suyo) sino que es contrarrestado por los demás. El ser instrumentalizado te hipoteca. Y da igual que te llames Michavila, Tezanos o como sea.

La sociología electoral es apasionante. Pero se equivoca. No es física ni química. De hecho, que las facultades se llamen de Ciencias Políticas no deja de ser una manera de otorgarle relumbrón pues ciencias (lo que se dice ciencias) son las puras. Tampoco el Derecho es una ciencia por mucho que alguna universidad denomine a la facultad con la nomenclatura de Ciencias Jurídicas. Las humanidades y el conocimiento social son magníficas y no tienen necesidad de igualar nada. Lo que nos queda es una estela de sondeos con motivo del 23J que llama a la confusión. Y salvo contadas excepciones, como la de 40dB, la desviación de lo pronosticado ha sido notable. Y, por tanto, se presta enseguida para el inmediato y futuro rifirrafe partidista.