
Santiago Santana tuvo este domingo un papel protagonista en la fiesta que Los Llanos celebró en honor de la Virgen del Carmen. Se echó a sus espaldas el imponente legado de su bisabuelo, José Rodríguez Franco, el mítico Faro de Maspalomas, e hizo una exhibición que demuestra que hay tradiciones, como la del levantamiento del arado, que se llevan en los genes.
Marcos, su hermano mayor, de 42 años, no pudo acompañarle. Se lesionó en las últimas fiestas de San Pedro, en El Ejido, el barrio de la familia y donde aún reside su padre, Santiago, nieto del Faro, que también ha dedicado su vida a mantener vivo este deporte tradicional. Lo habitual es que Marcos y Santiago, de 28 años, actúen juntos, de la mano, como los últimos herederos de una estirpe legendaria. Lo raro, se queja, es que lo hicieran en Telde. Les llaman más de otros municipios y hasta de otras islas que de Telde.
«A ver si a partir de ahora se nos empieza a tener más en cuenta en nuestra ciudad», apunta Marcos, que echó en falta una mayor apuesta del gobierno anterior por un deporte y un legado que durante lustros llevó el nombre de Telde por toda Canarias. «La entrada en la ciudad la preside una escultura de mi bisabuelo levantando el arado, pero de nosotros ni se acordaban», se lamenta en un reportaje de Canarias7.
Cuenta que fue el mismo alcalde, Juan Antonio Peña, el que les llamó para pedirles que actuaran este domingo. «Nos vio en El Ejido y nos dijo que las cosas iban a cambiar». El regidor local se ha propuesto apostar por raíces y tradiciones propias, como, por ejemplo, la memoria del Faro y la recuperación de las fiestas del Carmen en la parroquia de San Gregorio, reducidas en los últimos años a la procesión de la Virgen. En esta edición, el conocido vecino Segundo Amador volvió a enramar a la Virgen, se le hizo una alfombra de sal para la salida y los bisnietos del Faro le dedicaron el levantamiento de un arado, tal y como informó TELDEACTUALIDAD.
Marcos tuvo la suerte de conocer al Faro de Maspalomas. «Todo lo que tenía de grande, lo tenía de bueno», recuerda. Tuvo mucha relación con él porque prácticamente crio a su padre, así que estaban muy unidos. «Cuando él falleció, en 1991, yo tendría unos 9 años, pero no empecé con el arado hasta más tarde, hasta los 15. «Me subía con mi padre a la azotea, donde él entrenaba, y le observaba; me ponía a levantar un cepillo, pero yo quería coger un arado, hasta que me dejó».
Marcos y Santiago no viven de esto, pero conservan esta tradición porque sienten con orgullo que custodian un legado que no debe perderse. Es más, por la información que manejan, son los únicos en la isla que mantienen el levantamiento del arado con todos sus aperos incorporados, lo que complica la operación. «No solo hay que tener fuerza, sino también maña», indica Marcos, para quien, sin duda, el momento más difícil es cuando bajan el arado y dan una vuelta sobre sí mismos.
Cada vez que les llaman, se pasan 15 días entrenando en casa de su padre. Les supone un esfuerzo, pero les compensa. El Faro estaría orgulloso de ellos.
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