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Opinión/Primera Plana

‘Mararía’ en Las Tirajanas

Reflexión de Rafael Álvarez Gil

RAFAEL ÁLVAREZ Miércoles, 12 de Julio de 2023 Tiempo de lectura: Actualizada Miércoles, 12 de Julio de 2023 a las 07:19:29 horas

El Teatro Víctor Jara de Vecindario obtuvo un lleno absoluto la tarde del domingo para ver la obra ‘Mararía la de Femés’, inspirada en la novela ‘Mararía’ de Rafael Arozarena. Con texto de Yeray Rodríguez e interpretaciones de Marta Viera, Mingo Ruano y Lajalada, bajo la dirección de Mario Vega, cautivó al público congregado en Santa Lucía de Tirajana. Y es que era el lugar indicado y, por tanto, confieso que al adquirir la entrada fui directo al Víctor Jara, sin contemplar siquiera la posibilidad del anterior escenario capitalino del Teatro Pérez Galdós. Hay obras que tienen su particular contorno preciso que reivindica su espíritu con mayor intensidad. Es el caso de ‘La ruleta del Sur’ de Pedro Lezcano (ambientada en la zafra del sureste) o ‘Mararía’ de Arozarena (1923-2009). El texto del tinerfeño está enraizado en el Lanzarote de mediados del pasado siglo pero podría perfectamente trasladarse a otros rincones de la canariedad profunda, como la Caldera de Tirajana por aquel mismo tiempo o antes. Enclaves atlánticos del pueblo isleño donde lo mítico se entremezcla con la identidad.

 

‘Mararía’ es eso: canariedad y feminismo. Un canto adelantado por la igualdad que interpela la conciencia colectiva donde rondan las miserias humanas: los celos, las envidias, las habladurías de las bajas pasiones… Y el machismo, el patriarcado como forma de dominación estructural histórica que padece la mujer, está reflejada en ‘Mararía’. Arozarena, al que este texto le sobrepasaba su éxito social, como si le hubiese nublado el resto de su producción literaria sin pretenderlo, logró una novela en la que retrata a la perfección la fuerza y la sujeción de la isla para el canario. La isla nos atrapa, nos invoca vivamente hasta calarnos el espíritu identitario, tanto individual como colectivo, pero al tiempo agrega un cosmos pasional donde las miserias y ruindades (si no son embargadas) se desatan en pos de la injusticia y el daño moral.

 

Ella es víctima de su propia belleza o, mejor dicho, de una lindeza que evoca el encanto en el resto pero a la vez las frustraciones masculinas y comentarios y chismes de mujeres. Desde luego, lo que tendría que ser un canto natural a la hermosura de la que alegrarse la protagonista, se transforma en un tornado social donde los terceros quedan plasmados por su pequeñez humana y su empobrecimiento ético. Ese es el drama de fondo que late en la obra: la opresión de la mujer, su liberación personal espoleada tan solo por su valentía y el tropiezo con una realidad insular adversa. Una ínsula de desdichas.

 

De aquella Lanzarote quedará poco. El desarrollismo turístico ha estampado su silueta en la isla, aunque sea de las mejor conservadas arquitectónicamente y protegiendo el paisaje en estas últimas décadas. Femés (Yaiza) sigue ahí. Y si no fuese Femés hoy por hoy son otras tantas latitudes donde el machismo aviva lo peor de la persona. Hay muchas Mararías en el mundo. La novela es canaria pero su tema, en el fondo, es universal.

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