Manuel Trujillo Artiles, Pollo de La Barranquera, un año de su muerte

Te fuiste hace un año y sin la oportunidad de despedirte, tú que eras tan solemne y cumplidor. Nos dejaste de repente, aunque todo se te perdona Pollo. Así te lo ganaste en vida, con tus 85 años de integridad, lealtad y generosidad. Tanto te hiciste querer que sigues presente como si continuaras aquí. Pero como no es así, de momento he sido incapaz de volver al Pajar de Arguineguín, al Boya de Juan Moreno y a todos esos sitios tan tuyos en los que tu presencia era una inundación de humanidad. Recientemente, también caminé por paso ligero por el Vedado, tu barrio en La Habana.

Y eso que visité a tu amiga Néryda, a la que todavía se le humedecen los ojos cuando te nombra. Estabas en todas partes y, doce meses después, nada ni nadie te borran. El andar encorvado, esa voz inequívoca, los miles de abrazos que dabas, la memoria prodigiosa para ser magistral y preciso en tus recuerdos, consejos, los tuyos, sabios y sinceros, esas ganas de vivir que te acompañaron hasta el final y que fueron la metáfora de un recorrido lleno de luchas y sueños cumplidos. Una utopía terrenal.

Te fuiste y una multitud preguntó por ti. Hubo homenajes, muchas lágrimas y voces quebradas al aludirte. En Ingenio, en Telde, en Cuba. Me dio por repasar tus fotos. Sonriente, fumando a escondidas, mirando, retador, a la cámara. Auténtico. Así quiero recordarte. Tampoco hubieses permitido lo contrario porque ese orgullo tuyo no admitía dobleces. Te dolía la rodilla pero caminabas sin quejarte, tragándote el dolor y aullando en silencio. Y si te fatigabas, porque la edad no te

perdonaba ni a ti, cogías aliento a tu estilo, en plan furtivo, evitando esas misericordias facilonas a los abuelos que tanto detestabas. Ante los disgustos, te cobijabas bajo tu árbol a la orilla del mar y encontrabas consuelo en el horizonte inmenso. Nunca te sentí quejarte, eras un cañón de esperanza, de ilusiones.

Te fuiste, Pollo, y no fue justo con los que te queremos. Tu hijo Toni habla de ti en presente. Con tu hermano Pepe casi que hay que evitar el tema porque, lo sabes, es devoción contigo. No hay día en el que no piense en qué andarás allá donde estés. He leído correos tuyos de hace tiempo, aquellos que llegaban con el desfase horario propio de venir del otro lado del Atlántico y saltaban en plena madrugada. Lecciones de vida las que escondías en tus letras como en cada paso que dabas, en cada gesto que te distinguía. Escribías como caminabas, con esa rectitud innegociable, frente alta y estima intacta. Ni un paso atrás en tus convicciones, fiel a tus orígenes, defensor de esas raíces de las que presumías con el corazón. Perdonabas también al que te fallaba. No fueron pocos los que te traicionaron y ni rastro de rencor cuando quisieron volver a ti.

Te fuiste y no vas a volver, aunque dejaste una huella gigante que te blinda al paso del tiempo. Todos los que te quisimos y admiramos no hemos perdido ni un ápice de esa carga emocional que dejaste a tu paso por nuestras vidas y que te convirtió en alguien tan especial que agota los adjetivos. Es fácil hablar bien de los que se han ido. Pero nosotros, Pollo, todo lo que hoy te escribimos tuvimos el placer de decírtelo y hacerte sonreír. Merecías irte sabiendo que tu tierra, tu lucha canaria y tu gente siempre te tendrán presente.