Suena, aún, entre el silbar de los alisios, bajando y subiendo por los pliegues de los barrancos una historia ocurrida, en tiempos pretéritos, y pasada por el tamiz de los recuerdos espolvoreados con los soplos, de la voz exhalada en un hálito en forma de bruma mescladora, a sabiendas, de la realidad y la fantasía, en una de las islas, pegadas al continente africano justo a cuatro grados del trópico de Cáncer. Isla que Caius Plinius Secundus “Plinio el Viejo”, recogió en su tan afamada “Historia Natural” a la cual grafió como Canaria ya al correr de las centurias, Jean IV de Béthencourt la galardonó con el título de Gran, por el valor demostrado, en combate, de sus habitantes, quedándose para el resto de los siglos como: Gran Canaria.
Historia que comienza en Agaldar, en uno de los lugares
![[Img #970866]](https://teldeactualidad.com/upload/images/04_2023/6773_alejandro-dieppa-elon-rincon-literario.jpg)
humanos más poblados y jerarquizados de esta isla laurisílvica, con el nacimiento de una criatura, dentro de una casa cueva, al abrigo del calor y cuidados familiares, en las expertas manos de dos matronas: la primera, mayor en años y experiencia, y la segunda menor, no obstante ataviada, desde temprana edad, de la agilidad suficiente para absorber, rápidamente, toda experiencia y sapiencia vertida sobre está por su maestra en el caudal del conocimiento de su compañera; pero, aún así, los terribles dolores de parto no se podrían más que acompañar de cálidos momentos de resignación y destreza ancestral al aplicar los conocimientos, aprendidos y experimentados: a lo largo de sus vidas; pues en vez de salir de cabeza el niño o niña se empeñaba en salir con los pies por delante.
Niña a la cual puso el nombre de Yguanira, la cual, al cumplir cinco años, sus padres, la entregaron, siguiendo un estricto protocolo de selección, a un grupo de mujeres, vírgenes, de mucha reputación en la sociedad donde aplicaron sus conocimientos: medicinales y espirituales, llamadas Magadas; para beneficio de las distintas castas sociales: Nobles y trasquilados, menos a los carniceros. Distinguidas mujeres, personas en el acto de entrega, que la recibieron con los brazos abiertos; mas esta tradición no fue aceptada, en un principio, por la niña cuando su familia se alejaba de ella porque empezó a llorar. Por no asimilar su pequeña conciencia del porqué la abandonaban en manos de extrañas.
—¡Tranquila, mi niña! Todas hemos pasado por este trance. Ya verás que pasado el tiempo te encontrarás mejor —consoló ataviada de una plácida y serena sonrisa la más anciana de las Magadas al mismo tiempo que la estrechaba, templando muy despacito, el cariño, contra su pecho—. Anixua, te encargarás de ella hasta que se haga mujer —informó la mayor en jerarquía, después de los apretones de cariño a la recién llegada a la hermandad femenina, a la joven de doce años que se encontró a su lado.
El recibimiento amable y cordial consiguió que el llanto de la pequeña cediera momentáneamente en favor de una falsa calma. Con el corazón partido en dos y girando su pequeña cabecita de vez en cuando emprendió el camino cogida de la mano de la que sería su inseparable compañera, desde ese mismo día, en dirección a un entramado de cuevas, solo habitadas por estas mujeres, que presidían, altivamente, un profundo barranco.
Los años pasaron con la velocidad del viento creando el tiempo un lazo de hermandad entre Anixua e Yguanira que, inseparables, aprendieron todo cuanto pudieron de las mayores.
Un día, cuando la sequía empezó a mermar los escasos riachuelos que había en la isla, el Faycán que gobernaba en Agaldar convocó al pueblo.
—¡Hace meses que no llueve! —Bramó, apesadumbrado, haciendo gala de su potente voz —. Y ni el llanto del ganado encerrado en los baladeros consigue que Acorán se apiade de nosotros. Por eso, dentro de tres días, nos reuniremos en los riscos de Tirma, para desde allí bajar en procesión a la playa.
Ya en lo alto del risco, llegada la fecha señalada, y cara al mar, Anixua notó algo extraño en el semblante de su amiga.
—¿Está nerviosa? —Le preguntó ataviada de sincero interés.
—Sí —confesó tímidamente— porque, desde que me hice mujer, es la primera vez que participo en una ceremonia con el resto del pueblo.
El día comenzó con una pequeña ofrenda a su Dios. Terminado este acto se volvió para marchar en procesión: En cabeza el Faycán, seguido de las Magadas y detrás de ellas los nobles y los trasquilados. Así marchaban, los reunidos en procesión, aquel día. Cuando llegaron a la playa, las sacerdotisas comenzaron a pegarle al agua con ramas de árboles haciendo, juntas, piden a su Dios para que les concediera un largo periodo de lluvias.
De vuelta a sus habitáculos sucedieron dos cosas inesperadas en la vida de la joven Magada. La primera consistió en que una mujer con pelo cano se acercó a Yguanira, le besó sus manos y pies alejándose de ella como mismo la abordara; por sorpresa. La segunda, fue que el amor llegó hasta ella como una leve brisa, casi sin meditarlo en el silencio.
—Siento algo especial por tu hermano Tenaro —informó, Yguanira, a su hermana espiritual un soleado día de verano. Confesión acogida con innumerables muestras de cariño, alegría y esperanza de consolidación en la incertidumbre del tiempo.
Al cumplir los veinte años la mayor de las dos amigas tuvo con un noble de Telde y, siguiendo la tradición, dejó el grupo de mujeres a las que había pertenecido durante tantos años para marcharse con su esposo al faycanato donde éste había nacido.
—¡Qué Acorán guía tu camino! —Se despidió con una lluvia de cristales cristalinos lágrimas Yguanira el día que se marchó su hermana espiritual.
El hermano pequeño de la recién casada siguió viendo a escondidas a su amor. Y cuando alcanzó la mayoría de edad, se presentó ante el Sabor para reclamar su condición de noble.
—¿Alguien ha visto a Tenaro matar el ganado como los carniceros, violentar a alguna mujer, robar o faltar a algún anciano? —Preguntó el Faycán a los miembros del Sabor. Al no haber nadie que se manifieste en contra, Armide, se acercó a Tenaro y levantándolo le cortó su pelo a la altura de la nuca con una pequeña piedra de sílex preparada para tal fin.
— Ya soy noble —comunicado el hermano de Anixua en la oscuridad de la noche a su amada—. Dentro de tres días te reclamaré como esposa.
Lo prometido se cumplió ya requerimiento de su hermana espiritual, los recién casados, fueron a vivir cerca de ella. Pasando el tiempo, por sus vidas, como el suave roce del terciopelo por la cara del que tiene la suerte de lamer su esencia. Hasta que la felicidad, ese delgado hilo tejido en el caprichoso telar de nuestras vidas: se partió.
—Tenaro hace tiempo que no eres el mismo y cada vez me tratas peor —solía decirle a Yguanira a su marido cuando no la respetaba.
—Deja de intentar guiar mi vida y dedicar a tus tareas, mujer —le contestaba, el maltratador, monótonamente, de la misma manera. Hasta que, un día, no se sabe porque motivos, golpeó a su mujer con auténtica crueldad; pero, Yguanira, en vez de pedir ayuda, maquilló su rostro con vanas excusas y siguió a su lado.
Tenaro nunca había cambiado y se había convertido en esa bestia que llevamos todos los hombres dentro de no ser por la nefasta influencia de uno de los amigos que componían el grupo con el que salía de pastoreo y otras correrías. Éste predicaba que la mujer estaba en este mundo para servir al hombre en todo cuanto se le antojara y Tenaro, haciendo gala de una falta de carácter, le siguió en su filosofía de vida aunque en lo más profundo de su interior se despreciase, a si mismo, por su comportamiento.
—Debes cambiar —Rogó, seguramente, un día su hermana carnal. Tenaro la miró con desprecio; más como temía a su marido, no le respondió.
—¡Crees que mi esposo es débil porque me trata con respeto y me ayuda! Cambia Tenaro… Cambia antes de que sea demasiado tarde... —Aconsejó, una y otra vez, subrayando con sabiduría el consejo dado a su hermana, más aquel insensato, haciendo caso omiso de lo repetido se alejó de ella exhalando exabruptos y malos gestos.
Aquellas palabras sacudieron los cimientos de la conciencia del maltratador y, durante una temporada, cambiaron. Hasta que...
—¡Muchacho! Hace tiempo que no vienes con nosotros —Su perjudicial amigo balitó el aire, esputando en cada balito, el aliento de la serpiente de lengua viperina. Al principio, Tenaro se niega a acompañar al grupo en sus correrías; pero, la insistencia, sumadas a una serie de argumentos arcaicos exaltadores de la hombría”, consiguió que el joven se decantara a favor de la estupidez y se marchó con ellos.
— ¡Tan sólo será por unas horas! —Se despidió de su fiel mujer rumiando oscuros intereses.
La tarde llegó, después de la noche y la incertidumbre se apoderó de la mente de la antigua Magada al ver que su esposo no apareció. Al día siguiente ya entrada la mañana, Yguanira, decidió ir en busca de su amor.
—¿Ha visto a Tenaro? —Preguntaba, una y otra vez, en lugares distintos; pero, los que sabían lo sucedido no se atrevían a decir la verdad.
En su caminar, sin rumbo, por todos los lugares en los que se le ocurría que pudiese encontrar a su marido Yguanira llegó hasta la casa de su hermana espiritual.
—Anixúa. ¿Has visto a tu hermano? Hace días que no viene por casa — preguntó con los ojos idos y presintiendo la desgracia se agarró al umbral de la puerta.
—Mi niña, tu marido ha muerto —respondió a su pregunta, entre sollozos, la hermana de Tenaro. Después, no sin cierto reparo, se acercó a ella: para abrazarla, para darle todo su apoyo… Ésta salió corriendo.
Yguanira, enloqueció, y perdiéndose en las montañas, siguió buscando, sin rumbo fijo, a su esposo por toda la isla hasta que llegó a los riscos de Tirma. Una vez allí localizó el lugar donde viera por primera vez a su amor en estado puro. Se puso cara al abismo y contemplando el horizonte con mirada perdida extendió las manos…
—Mimerahaná zinu zinuhá ahemen aten haran huá zu Tenaro fenere nuzá (¡Qué importa que lleven y traigan aquí leche, agua y pan, si Tenaro no quiere mirarme!) —Brindó al aire en la lengua secreta que utilizaban las Magadas en sus rituales y al grito ancestral de —Atis-Tirma— lanzó su hermoso cuerpo al vacío.
Pasado dos días, los familiares de Yguanira, que la estaban buscando por toda la isla localizaron su hermoso cuerpo gracias a la información de un pastor que, por casualidad, la había visto saltar al vacío. Y de acuerdo a su rango depositaron su momia junto a los restos del que tanto la había torturado en vida.
Y colorín colorado este cuento, sobre maltrato y suicidio, se ha terminado.
Pensamiento: Hay “hombres” que ven a la mujer como un objeto y generación tras generación institucionalizan este principio con: roles sociales y religiosos. Aderezados de golpes, ablaciones, insultos, casamientos forzados, trata de blancas, prostitución forzada, etc. Atrocidades que aún a fecha actual se mantienen en vigor. Sí, no se me hagan los despistados.
Medita.
Cuento y pensamiento inspiradas en el dibujo. Palabras documentadas en el Gran Diccionario Guanche de Francisco Osorio Acevedo.
Jorge | Jueves, 04 de Mayo de 2023 a las 08:57:29 horas
Genial e interesante historia. Cuantas auténticas historias de nuestro pueblo muchos desconocemos. Vivir de espaldas a la realidad es alimentar la ignorancia y el atropello de los interesados.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder