Ya sé que hay que esmerarse en hacer el bien para nuestra hipotética redención y para el perdón de nuestros supuestos pecados. Ya sé que debemos combatir y tratar de erradicar el mal demencial y putrefacto que habita imperturbable encaramado a los hombros de nuestro subconsciente y entre los sedimentos e interrogantes depositados en las marismas de nuestra propia incredulidad.
Esa verdad mentirosa, esa utopía o esa invención a veces lúgubre, a veces acuosa, que nos visita cada día y a cualquier hora, desde las mismísimas profundidades de la vanidad, de la ceguera y de la obcecación.
Debo decir que también estoy totalmente al tanto y soy perfectamente consciente del impasse corrosivo que la precede tras cualquier suceso luctuoso, tras cualquier contrariedad, tras cualquier revés o infortunio...
Es en realidad un molesto instante de bloqueo, de impotencia y de ofuscación en el cual buscamos con obsesión argumentos reparadores y sanadores que por suerte o por desgracia, suelen estar fuertemente adheridos e incrustados en las distintas oquedades y dependencias de nuestras propias lagunas mentales, inclusive en el propio desencanto resultante de nuestra abundante falta de empatía y de autoestima.
Auténticas pesadillas oníricas tejidas por extraños ocupas, por auténticos gurús y trapecistas del engaño, de la fantasía y de la extorsión, que parecen querer disfrutar al alinearse tras meras estupideces y entre retorcidas artimañas.
Reptando como ácaros que pululan por las pieles de nuestras precariedades y por nuestra caduca y maleable condición humana...
Debemos entender entonces que hay que subir hasta otro peldaño, hacia otro estado de ánimo más armonioso y hacia una mejor reubicación de nuestros sentidos para poder visualizar y tratar adecuadamente los excedentes y los despojos de nuestra propia decadencia y los inconvenientes fantasmagóricos de nuestra propia realidad falseada.
Además, sé que tenemos que trabajar más a fondo en nuestro propio revestimiento interno y en su descuidada decoración, frecuentemente recargada con todo tipo de técnicas mixtas, de prejuicios y de abalorios totalmente desfasados y claramente inservibles para tal cuestionario o para tal finalidad.
Sé también lo de aquel niño inocente, indefenso y minusvalido que hay bajo los muros agrietados de nuestro ayer, y el sentimiento fraternal que lo cobija, que lo protege y que lo acoge para preservarlo como individuo único en su especie, en inminente peligro de extinción...
Sé positivamente de la existencia de agentes y condicionantes externos diseñados para intentar distraerme y para intentar lastimarme con la más sutil de las propuestas o con la tentación más ridícula y trivial.
Por qué entonces permito que las tinieblas de la oscuridad puedan infringir más desánimo y más perturbación, lastrando mi sombra temblorosa y semi desnuda bajo su manto húmedo y copioso, proyectándome hacia el extrarradio de lo absurdo, de la pena y de la soledad. Hacia más allá del vacío de los abismos del cosmos, de la materia y del mundo exterior.
Por qué entonces consiento que las dudas se espesen en mi frente y en mis palabras, con tal insensatez y con total impunidad.
Ahora sé lo que sé...
La auténtica realidad de la verdadera enseñanza, del único fundamento válido y evangelizador que le da sentido a la propia existencia y a la propia humanidad...
Todo está en el poder nuestra mente y en el poder del amor. Simplemente todo lo que necesitamos y todo lo que buscamos está contenido en lo predicado por las sanadoras e inspiradoras palabras de todas las grandes religiones, en la bondad y en la sabiduría de nuestro cristo interior... Todo está en tí, en tu esencia piadosa, en tu espíritu glorioso y en tu yo redentor... Feliz búsqueda.























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