Ante situaciones extremas, paciencia infinita.
Medita.
En un continente, ya cuasi olvidado por la efímera memoria humana, en un tiempo y en un planeta donde todo lo imaginable se puede hacer posible: Un Ave Lira y un Tucán Toco, sin saberlo e intuirlo, la primera, macho adulto, en busca de hembras a las que cortejar y el segundo, macho adulto también; pero en este caso volando, en tramos cortos y largos, entre los árboles, buscando comida desesperadamente, se dirigían, los dos, en perfecto tramo rectilíneo, a encontrarse, más temprano que tarde, en un punto indefinido de la frondosidad selvática por los que se movían cada uno siguiendo su instinto animal.
La cautela con la que se desplazaba el Ave Lira le dio, una vez más, la ventaja ante un posible depredador, por eso evitó el ser detectada por aquella ave de plumaje negro y pico descomunal para su tamaño, justamente cuando éste daba caza a un despistado loro que estaba posado en una robusta ramita.
—¡No me comas, por favor!, no me comas que tengo una familia que alimentar —rogó el sorprendido loro al Tucán antes de que éste, agitado por el hambre, lo lanzara contra una roca que sobresalía del manto selvático, no muy lejos de donde el Ave Lira permanecía camuflada observando con atención lo sucedido.
El Tucán, enajenado por el hambre, al ver que no había acertado a estampar al loro contra la roca y matarlo de golpe capturó, por segunda vez, en acrobático vuelo, a su aturdida presa; pero justo cuando iba a matarlo escuchó el potente rugido de un gran jaguar, instante de duda aprovechado por el loro para escapar de su pico; pero poco duró su suerte cuando lo atraparon nuevamente.
—Por favor, no me mates —suplicó el loro ante lo inevitable y justo después de la desesperada súplica sonó detrás del depredador un potente crujir de ramas y un potentísimo rugido de un gran jaguar.
El Tucán ni lo pensó dos veces, aunque el hambre le aconsejara luchar por su presa, porque su miedo endémico a los jaguares lo hizo alejarse, a toda prisa, de aquel lugar hasta desaparecer en la lejanía momento en el cual el Ave Lira, la verdadera artífice de los sonidos selváticos que habían ahuyentado al Tucán, se acercó al loro y prestándole toda la ayuda posible se quedó junto a él hasta que éste recuperó fuerzas para poder volver con los suyos.
Moraleja: El miedo además de ahuyentar a los débiles puede ser utilizado por éstos para ahuyentar a los que se creen más fuertes.
Alejandro Dieppa León. Cuento inspirado en el tema de este cuadro.
Nota del autor: Fábula inspirada en el cuadro DiotedeLuz: Serie al Tucán del pintor Felipe Juan.























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