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Lunes, 13 de Octubre de 2025

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A mi padre, Ceferino Betancor

direojed Viernes, 29 de Abril de 2022 Tiempo de lectura:

Ha pasado ya un año y me sigue costando aceptar que no volverás, papá. Aquel 25 de Marzo te fuiste a la clínica para darnos la última lección: sólo Dios y tú saben si ésta fue la más difícil para tí. Fuiste maestro casi toda tu vida: maestro de escuela, maestro de tu familia, maestro de entrega y de dolor.

 

Ya antes, desde un caluroso viernes, 2 de Agosto de 1986, nos habías enseñado a luchar y a seguir adelante. Tú y mamá sufrieron el mayor dolor: perder a un hijo. Pero nos ayudaron y nos enseñaron a mi hermano y a mí a continuar, teniendo a nuestro hermano siempre presente. La Fe en Dios que tú nos enseñaste nos sostuvo a los cuatro y nos unió de tal manera que siempre seguimos siendo cinco. Amabas la enseñanza y te desvivías por enseñar y ayudar. Amabas la enseñanza y cuidabas con amor recuerdos y experiencias de toda una vida de entrega a tu profesión. Amabas la enseñanza y nunca, ni siquiera al final, esperaste reconocimientos.

 

El sentido de tu profesión era enseñar y ayudar a progresar a tus alumnos. Fuiste maestro siempre en tu familia: nosotros, tus hijos y tus nietos, hemos aprendido a leer, a escribir, a jugar, a descubrir el mundo contigo. Cuando éramos pequeños nos sentabas en tus rodillas, cuando crecimos te sentaste junto a nosotros y con paciencia nos enseñaste a trabajar, a comprender, a mejorar. Fuiste maestro en pequeñas escuelas y en grandes colegios de los que salieron tantos alumnos que te llaman “mi maestro”.

 

Tú y mamá fueron maestros en pequeñas escuelas en las que juntos trabajaron con empeño e ilusión para ayudar a salir adelante a tantas y tantas generaciones de alumnos, convirtiendo aquellas pequeñas escuelas en semillas de grandes profesionales. Y con la misma humildad con la que entraste a tu primera escuela, dejaste la enseñanza pero te fuiste con el corazón roto, en silencio: habías perdido a tu hijo.

 

A pesar de todo, seguiste adelante y nos enseñaste a descubrir y a querer tu Fuerteventura. La enfermedad llegó. Te sostenía la Fe en Dios, así que sabiéndote frágil pero en sus manos nos seguías enseñando a luchar día a día. Te dejabas cuidar, no te rendías. Nos enseñaste hasta el final, hasta el último aliento de tu vida el 29 de abril de 2021: nos enseñaste a vivir y morir en la paz que sólo Dios nos puede dar. Gracias, papá. 

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