Los habitantes del corredor este de Gran Canaria, especialmente los residentes entre Telde y Vecindario, pero también los miles de palmenses que cada día salen de Las Palmas para trabajar camino del sur, sufren a diario el colapso de tráfico de la GC1.
El tramo que atraviese el municipio de Telde es el más caótico, para convertirse en suplicio en el nudo a la altura de Alcampo. Ahí confluyen –vayan al sur o al norte- los teldenses de interior y los que habitan en la costa y los conductores procedentes de Valsequillo, a los que hay que añadir los que se dirigen a la capital procedentes de Vecindario, Ingenio, Agüimes y los pueblos del sur. Y los que van en sentido contrario, naturalmente. Una auténtica verbena contaminante sobre el asfalto. Y no olvidemos los autos de alquiler de los turistas. ¿Emisiones cero para 2040? Me da la risa. Misión imposible con el escenario actual, incluso con vehículos eléctricos que predominarán para esa fecha.
En circunstancias normales, las retenciones son diarias, principalmente en dos franjas horarias: 7 y 9 horas y entre las 14.30 y las 16. Pero la densidad de tráfico también es notable en torno a las 19 horas. En los meses de noviembre y diciembre, la situación es peor en ambos sentidos. Eso, en circunstancias normales. Cuando se producen accidentes, por muy leve que sea como darle un toque por detrás al auto que te precede, la carajera está servida. Y no te cuento, los días en los que hay más de una colisión. Cuando el siniestro es grave, mejor ni pensarlo: horas de colas kilométricas. Cientos de pasajeros de los nervios porque los aviones no esperan en Gando. Se cuentan por cientos –seguro que miles- las personas que cada año pierden su vuelo por culpa de la elevada siniestralidad en la autopista del sur.
Llevamos años escuchando promesas para mejorar la vía, un nuevo enlace para oxigenar el nudo comercial de La Mareta, que si la construcción la tangencial de Telde, que permitiría crear un corredor entre la circunvalación de Carrizal y la de Las Palmas, una alternativa que absorbería parte del tráfico de los municipios de Ingenio, Telde y Valsequillo.
El nuevo enlace del nudo de Alcampo hay que hacerlo con urgencia -es el punto negro, junto con Torre Las Palmas, más grave de la Isla-. Será un alivio pero es imposible que desaparezcan las colas por el elevado número de vehículos. ¿La opción de la tangencial es la mejor? Turcón, el grupo ecologista de referencia en Telde, se opone porque afecta algunas tierras agrícolas. Sinceramente, no tengo una idea clara sobre la idoneidad o no de la tangencial, pero indudablemente el número de autos de la GC1 disminuirá con una vía alternativa que desembocaría en la GC3 (la circunvalación); de hecho hay un ensanche en esa autovía, a la altura de Salto del Negro, para empatar con la futura tangencial. Lo que no descendería sería el tráfico rodado, para fortuna de los importadores de coches, el lobie que frenó, junto con los guagüeros que eran privados y los taxistas de Las Palmas, el tren vertebrado en los años 70, que hubiese unido la capital con el sur. Los transportistas también presionaron para que no fuera realidad el proyecto de un metro en la capital grancanaria, aprovechando la construcción de la Avenida Marítima. Si se hubiese hecho, hoy el metro llegaría hasta Tamaraceite, el tercer punto negro del área metropolitana más populosa de Canarias, con los 520.000 habitantes de Las Palmas, Telde y Arucas.
La única alternativa proyectada para disminuir el número de vehículos en las citadas autovías, para que nadie más pierde un vuelo en Gando, para que los guiris visiten la capital sin necesidad de rentar un auto y, en definitiva, para disminuir las emisiones de gases procedentes del motor es el tren. Existe otra opción pero no se ha puesto sobre la mesa: la construcción de un tren monorraíl sobre pilares; los expertos que he consultado afirman que es más económico y más rápida su ejecución. En cualquier caso, tanto Gran Canaria como Tenerife necesitan una alternativa a la carretera para unir sus áreas metropolitanas con las urbes turísticas.
No voy a caer en la demagogia de los puestos de trabajo que creería su construcción, su operatividad y posterior mantenimiento. Lo importante del tren o del monorraíl es que reducen coches, atascos y contaminación. Por ello, no me explico la opinión de determinados ecologistas que rechazan este tipo de infraestructura, que no afectaría a ningún espacio natural, por cierto. Me recuerda a los que se oponían a la variante de Tafira porque cortaba una finca, Las Magnolias, ocultando el padecimiento de las personas que vivían junto a la vieja carretera del centro, oliendo tubos de escape y con tapones en los odios por la contaminación acústica. Hoy todo el mundo está encantado con esta vía.
Es miserable el rechazo a un medio de transporte absolutamente sostenible, que con las nuevas energías, como el hidrógeno verde, la contaminación sería insignificante en relación a la que provoca el parque automovilístico, aunque fuera exclusivamente eléctrico.
Puedo entender que una ermitaña que viva en la Gran Canaria profunda se pueda oponer porque vive otra realidad, pero que gente con sentido común se oponga a una alternativa sostenible a la contaminante GC1, a contar con dos opciones para ir o venir del sur, es incomprensible. La dichosa autopista del Sur se puede bloquear con un accidente vial, pero ningún pasajero llegaría tarde al aeropuerto si tuviéramos tren.
En Canarias, tenemos el ejemplo sostenible del tranvía que une Santa Cruz y La Laguna; ya cuenta con una segunda línea y se proyecta prolongar la principal hasta Los Rodeos. En Tenerife lo tienen claro y por ello no hay rechazo social al tren entre la capital y el sur. Y en Gran Canaria, estoy convencido de que somos la inmensa mayoría social las que acudiríamos encantadas a la llamada de: “¡Pasajeros al tren!”.
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