Alberto Rodríguez atesora la condición de mártir de un parlamentarismo marioneta del poder judicial, de una presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, que se arrugó enseguida ante el Tribunal Supremo y Manuel Marchena, presidente de la Sala Segunda de lo Penal.
Se achantó Batet y puede ser memorable para la posteridad, pendientes del Tribunal Constitucional y, llegado el caso, del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. También el tinerfeño, una vez despojado del acta, no fue arropado por sus correligionarios. No pocos de Unidas Podemos miraron hacia otro lado y lo dejaron tirado. Apenas recibió llamadas de los camaradas, y si te vi no me acuerdo. La soledad que experimentó fue tremenda, tan solo recompensada con el cálido recibimiento que le brindó el pueblo isleño en el aeropuerto de Los Rodeos.
Ahí empezó otra fase política que se oteaba desde la misma entrevista que le hizo La Sexta un domingo por la noche. Alberto Rodríguez dejó señales. Y ya en esta columna se apuntó la posibilidad de lo que tenía en mente y que, a mi juicio, pasaba por la creación (reedición) de la otrora Unión del Pueblo Canario (UPC). Un espacio aún por explorar y que, fruto de las decisiones últimas de Rodríguez y su equipo, quedará igual.
Ha sido honesto el activista y trabajador industrial, un fajador en toda regla, en dejar claro siempre en las declaraciones en los medios de comunicación que estaban en proceso de construcción y que, por tanto, no podían adelantar lo que todavía no habían debatido. Y ahora, legítimamente, han optado por añadirse a la plaza de Más País y Compromís. Nada de la UPC. De haber elegido esta vía, que era la que le abría expectativas, lo suyo hubiese sido ir en la onda de BNG, EH Bildu…
Esto sí tenía potencial recorrido electoral a su favor. Es curioso que los que le dan más apoyo mediático en Canarias a Alberto Rodríguez son los que editorialmente están deseando finiquitar el Pacto de las Flores. No es fortuito. Apuestan por el entendimiento entre el PSOE y CC (o al revés) o, a Dios rogando, una alianza entre CC, PP y ASG, que asimismo puede ser, encuestas en ristre. Con todo, debilitando a Unidas Podemos y aupando al tinerfeño, queda tocada el ala izquierda del Pacto de las Flores.
Descartada la UPC o, ya puestos, la aproximación a NC, el raíl político que ha elegido Alberto Rodríguez y sus conmilitones se estrecha. En las islas, escaso margen arroja. Y, con el tiempo, paradójicamente podrían llegar a la conclusión, con Noemí Santana, que mejor era haber ido juntos. Si no hay UPC, ¿para qué desmembrar la izquierda a la izquierda del PSOE? Íñigo Errejón se salió para lograr un magro resultado en el Congreso de los Diputados en 2019. La factura fue desangrar a Unidas Podemos. Solo en Madrid le va bien a Errejón, y listo. Otra factura, tan innecesaria, puede pagar la izquierda en mayo en el archipiélago.























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