Está muerto políticamente. Pueden hacer las primarias que quieran, cambiarse el nombre o el color e incluso invocar a los clásicos de la teoría liberal, que este partido está en concurso de acreedores desde hace tiempo. Quedan despojos. Y por ellos se pelea un pelotón. Si acaso, un solo escaño por Madrid que garantizaría un sueldo por cuatro años. Nada más. El proyecto se finiquitó.
Tuvo una oportunidad de oro en 2019. Después de las primeras elecciones generales pudo hacer de muleta gubernamental del PSOE. Albert Rivera jugó a sobrepasar al PP con la repetición electoral que se veía inminente: Pedro Sánchez huía de una alianza con Unidas Podemos. Aquella fue la ocasión de este falso centrismo pues, en realidad, Ciudadanos era la marca blanca del PP. En 2019 pensaron que podían tornar en el original a costa de Pablo Casado y los suyos, pero el tiro les salió por la culata. No contaban con Vox.
Algunos añoran una formación liberal que haga de bisagra del PSOE o del PP. Sin embargo, este espacio siempre fracasa. Lo hizo UCD, el CDS de Adolfo Suárez, UPyD y demás inventos posibles. La Historia de España explicar los bloques ideológicos tan potentes que tenemos. Tampoco es que a los liberales pretendidos les vaya demasiado bien electoralmente por otras latitudes.
El fracaso de Ciudadanos demuestra que cuando un partido no tiene arraigo, es flor de un día. Fue un banquero quien dijo que hacía falta un Podemos de derechas. Y entonces exportaron a Ciudadanos desde Catalunya a Madrid. Rivera no jugó bien sus cartas. Y encima tiene el desparpajo, por decir algo, la jornada después de las segundas elecciones generales de 2019, de expresar que él tiene derecho a irse de la política y a hacer su vida. Menuda irresponsabilidad. Llevó a sus siglas al caos y demostró una inmadurez tremenda en su reacción y explicación de la misma.
En Canarias hemos conocido también salidas. La más sonora es la de Vidina Espino, ahora con CC en modo colaboración parlamentaria. No dejó su escaño: transfuguismo. Y está por constatarse en qué lista irá en mayo, ya con los de Fernando Clavijo. Ocurre que CC en Gran Canaria está en la irrelevancia. Sin UxGC pueden quedarse hasta fuera del ayuntamiento capitalino. La barrera del 5% no es ninguna broma. El voto de Ciudadanos en Gran Canaria irá al PP, no a CC. No es Tenerife. Y Vox tendrá, con suerte, tan escasa representación en 2023 como la que ostentó Ciudadanos en 2019 en la Cámara isleña: dos actas y santas pascuas. A Ciudadanos le retiraron el apoyo mediático en Madrid y la nube se evaporó. Así de simple. Los empresarios dejaron de llamarles y retornaron a la idea de aupar al PP. Quizá, la única consecuencia que tenga estos días hablar de Ciudadanos es restarle un puñado de votos a los populares haciendo creer que la criatura política de Rivera tiene algo a su alcance. Falso.
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